Este lunes iniciaron los foros para debatir y analizar el uso medicinal y recreativo de la marihuana.
Como seguramente sabe, estos espacios de diálogo están organizados por el Congreso mexicano.
Y aunque muchos aplauden la iniciativa y ven con buenos ojos que se retome la discusión sobre el uso del cannabis, lo cierto es que se trata de un ejercicio añejo, anacrónico y hasta timorato.
¿Por qué? Porque esta discusión sin sentido –y las que hubo antes– tienen a México varado en un debate que, en otras partes del mundo, ocurrió hace años.
Por ejemplo, en los próximos meses –junio, según se ha dicho–, las farmacias uruguayas comenzarán a vender marihuana con fines recreativos.
Luego de una larga discusión –durante la presidencia de José Mujica–, en Uruguay se autorizó la distribución y venta de marihuana en las farmacias.
En esta lógica, se espera que para mediados de este año exista la infraestructura necesaria para que los ciudadanos puedan adquirir y consumir “hierba” sin mayor complicación.
Previamente, el gobierno uruguayo –primero en manos de Mujica y ahora bajo el liderazgo de Tabaré Vázquez–, echó a andar una compleja estrategia de prevención en donde se alertó sobre las consecuencias del consumo de marihuana.
Es decir, que en Uruguay se trabajó con tiempo, con visión y con conocimiento en el proceso para regular e implementar el consumo –medicinal y lúdico– de marihuana.
En el caso contrario, México apenas discute sobre cómo discutir el uso de la marihuana. O si lo prefiere, la clase política sigue dando vueltas al tema, sigue dando largas a la discusión y sigue anclada en un asunto que, para otros países, es parte del cotidiano.
Acaso lo más cuestionable es que el carácter timorato de los tomadores de decisión tiene a México –uno de los mercados de consumo y de trasiego de marihuana más grandes del mundo–, hundido en una discusión estéril, atrasada y sin sentido.
¿Hasta cuándo?