Temixco sepulta a Graco Ramírez

El viernes 1 de enero, la perredista Gisela Mota Ocampo tomó protesta como alcaldesa de Temixco, Morelos. La mañana siguiente, la munícipe fue asesinada al interior de su casa.

Según se sabe, la agresión ocurrió poco después de las siete. Tras el atentado, algún vecino denunció el hecho y los agentes del Mando Único persiguieron a los responsables. Al momento se sabe de dos presuntos agresores muertos y otros tres detenidos.

El gobierno de Morelos ha dicho que cuenta con las evidencias suficientes para resolver el caso en poco tiempo. A su vez, el gobernador Graco Ramírez calificó el hecho como un desafío contra las instituciones y aseguró que el caso no quedará impune. Acaso por ello, el mismo Graco ordenó reactivar el protocolo de seguridad para alcaldes en Morelos.

Nuevamente, el gobierno de Graco Ramírez dejó ver que lo suyo es reaccionar y no prevenir. Una vez más, Graco demostró que es el gobernador que ahogado el niño, manda cubrir el pozo. Otra vez, el perredista exhibió lo absurdo que fueron —y siguen siendo— sus aspiraciones presidenciales.

Y es que, mientras el gobierno de Morelos investiga y busca deslindar responsabilidades; mientras el perredismo trata de entender hasta dónde llega su responsabilidad por el asesinato de Gisela Mota y mientras los morelenses terminan de entender el tamaño del golpe, una cosa es cierta: la tragedia de Temixco sepultó la vida política de Graco Ramírez.

En otros momentos, aquí hemos dicho que Graco es algo parecido a un gobernador zombie. Antes de lograr la candidatura a gobernador, Ramírez parecía acabado. No pocos aseguraban que el ahora gobernador había concluido sus días en la política. Sin embargo, el perredismo entregó la candidatura a Graco Ramírez y, eventualmente, lo hizo mandatario en Morelos.

Desafortunadamente —para el estado y para el mismo Graco—, su regreso a la vida sirvió de muy poco. A todas luces, la gestión del perredista ha destacado por los desaciertos y no por los triunfos; el gobierno de Ramírez pasará a la historia por sus excesos, por sus errores, por sus derrotas y no por sus avances. Hoy es evidente que el asesinato de la alcaldesa confirmó lo que muchos sabían pero pocos se atrevían a decir: que Graco es un espécimen peculiar; es el gobernador que dice que despacha pero, en los hechos, es un cadáver político.

Si existen dudas de peculiar condición de Graco Ramírez, basta recordar que Morelos es el estado donde más creció la pobreza en los primeros tres años de este sexenio. Morelos es, además, una de las entidades que concentra el mayor número de delitos de alto impacto. De hecho, en Temixco, el 56.8 por ciento de la población vive en condición de pobreza; y para rematar, la incidencia de homicidios dolosos coloca a este municipio en la posición 31 entre las 233 localidades con más de 100 mil habitantes.

Por donde se vea, el escenario político, social y de seguridad en Morelos es el menos alentador. Por donde se mire, los aciertos de la administración de Graco Ramírez fueron sepultados por sus errores y deficiencias. Por donde lo quiera entender, el atentado en Temixco ratifica que la carrera de Graco Ramírez llegó a su final.