Tasas arriba

“Una definición de economista es alguien que ve que algo ocurre en la práctica y se pregunta si funcionará en la teoría”.

Ronald Reagan

Muchos amigos, y algunos no tan amigos, me habían venido cuestionando durante meses sobre la posición que mantenía públicamente de que había llegado el momento de que el Banco de México elevara su tasa de interés. ¿Por qué un periodista, con título universitario de filósofo y no de economista, pretendía saber más que los especialistas del Banco de México y la Secretaría de Hacienda, quienes insistían que no había razón para subir el tipo de interés, por lo menos no mientras no lo hiciera la Reserva Federal de Estados Unidos?
No pretendo, por supuesto, saber más que nuestros mejores economistas. Los argumentos que éstos presentaban, en el sentido de que no era necesario ni deseable incrementar las tasas de interés porque la inflación se mantenía baja y el crecimiento económico era endeble, parecían sensatos y contundentes. ¿Para qué subir los intereses si la inflación se ubicaba por debajo del 3 por ciento anual? ¿Para qué correr el riesgo de ahogar una recuperación de apenas 2.5 por ciento?
Desde hace meses, sin embargo, me parecía que el mercado mostraba indicios claros de que los inversionistas nacionales y extranjeros consideraban que los réditos que ofrecía el peso eran demasiado pequeños para compensar el riesgo que implicaba la divisa. El Banco de México estuvo inyectando cientos de millones de dólares diarios de las reservas al mercado cambiario con efectos que parecían cada vez más pequeños. Estábamos cayendo, de hecho, en un círculo vicioso. Entre más dólares vendía el Banco de México, más consideraban los inversionistas que podían obtener una ganancia cambiaria adquiriendo precisamente esos dólares que vendía la institución.
Los economistas profesionales han optado finalmente por escuchar la voz de los mercados. Tras una sesión extraordinaria de la junta de gobierno del Banco de México se anunció ayer la decisión de aumentar en 50 puntos base, o sea en medio punto porcentual, la tasa de referencia de la institución. Esto lleva la tasa de interés interbancaria a 3.75 por ciento anual. La decisión se toma en México a pesar de que la Reserva Federal no ha elevado su tasa de referencia y de que no hay indicios de que lo vaya a hacer en el corto plazo.
El secretario de Hacienda, Luis Videgaray, también anunció ayer la suspensión de las subastas de dólares. La medida me parece también sensata. Las inyecciones de dólares al mercado sólo tienen sentido cuando hay falta de liquidez o se produce algún pánico temporal. No hay indicios en este momento de una cosa o de la otra. La depreciación del peso ha sido simplemente producto de que el peso tenía una tasa de interés demasiado baja para los riesgos que el mercado percibía en la economía de nuestro país.
Ahora la gran pregunta es si funcionará la receta. El aumento, de hecho, puede ser considerado insuficiente por los inversionistas o éstos pueden pensar que una vez que el Banco de México ha cedido a la presión una vez puede hacerlo nuevamente. Algunos especuladores podrían apostar a aumentos más importantes en la tasa de interés en los próximos meses.
En realidad es difícil saberlo. La economía no es una ciencia exacta. En eso se parece a la filosofía. Por ello las predicciones económicas se equivocan con tanta frecuencia. Sin embargo, la experiencia económica ofrece una regla clara que hasta un filósofo puede entender. Cuando una empresa, un gobierno o un banco central insiste en comportarse como si el mercado no existiera, las consecuencias terminan siendo negativas.

· ACUERDO MONOPÓLICO
Un acuerdo entre Arabia Saudita, Rusia, Venezuela y Qatar ha levantado las esperanzas de que se limite la sobreproducción de petróleo que ha hecho que se desplomen los precios en los últimos años. La experiencia de estas acciones monopólicas nos dice, sin embargo, que quienes cortan su producción pagan un costo alto mientras que el beneficio lo obtienen los que no bajan su producción.