¿Qué se dijo sobre el atentado a Charlie Hebdo?

A continuación compartimos algunos artículos sobre el atentado a Charlie Hebdo, en enero de este año, publicados en El País.

 

LA CUARTA PÁGINA

Los malos no ríen

Es peligroso ser humorista, los mejores se juegan la vida, y por eso es uno de los oficios más serios del mundo. Pero el terrorismo no ganará, porque el ruido de una bomba puede menos que el estallido de una carcajada

JAVIER PÉREZ ANDÚJAR

Es muy fácil matar a dos policías. Es muy fácil matar a un economista. Es muy fácil matar a un dibujante. Es muy fácil matar a cuatro dibujantes. Es muy fácil matar a cinco periodistas. Tan sencillo como matar a doce personas (dos policías, un economista, cuatro dibujantes, cinco periodistas), tan simple como matar a todo el mundo cuando se sabe que las personas somos frágiles por instinto. Nada más pacífico que la redacción de una revista satírica. Por ejemplo, Charlie Hebdo. Por ejemplo, Wolinski, que antiguamente había pasado por Hara-Kiri y que a lo largo de toda una década, los años setenta, fue redactor jefe de Charlie. Allí estaba, ayer estaba, Wolinski en la redacción de su semanario cuando le mataron junto a sus compañeros. He leído en Internet que a algunos los llamaban por su nombre mientras les descargaban los Kaláshnikov. Por ejemplo, Wolisnki a sus 80 años. Un viejo que se ha pasado la vida dibujando, que se ha pasado la vida haciendo reír a cientos de miles de personas frágiles. Pero matar es más fácil que hacer reír.

Y también es más fácil matar a las personas que matar a la risa. La historia del fanatismo, de la intransigencia, es esa: la persecución de la risa. De eso, de la condena de la risa, se habla mucho, por ejemplo, en El nombre de la rosa, una novela de herejes y de monjes que tuvo mucho eco (con perdón). La risa es lo más parecido a la libertad. De hecho existe la risa porque la libertad es imposible, y la gente frágil, aunque no seamos de posibles, sí que tendemos al posibilismo. En los años en que Wolinski era redactor jefe de Charlie,en París, trabajaba el en parque del Retiro de Madrid un titiritero que además salía por televisión. Barba canosa, la barriga como un baúl (para mostrar a todos que era nómada), camiseta y tirantes. Como se llamaba Manuel de la Rosa escribió un libro titulado Manual de la risa por Manuel de la Rosa. Me he pasado la vida riendo con estas cosas, y con todo en general.

En aquella época yo era un crío bromista y Franco había empezado a morirse en serio. Charlie Hebdo le dedicaba portadas dibujándole en el ataúd de camino a su tumba (“Franco va mieux. Il est allé au cimitière à pied”). De algún modo, es decir, gracias a los dibujantes, a los humoristas, descubrí entonces que la verdadera libertad es la risa. El Perich, Chumy Chúmez, OPS, Summers, Cesc, Tip y Coll, por supuesto… En fin, todos. Reírse es luchar contra las dictaduras. Porque los malos no ríen. La risa del malo parece siempre más un graznido o un rebuzno que una risa. Cualquier cosa, menos un sonido humano. A los malos lo que les hace gracia es la desgracia. El malo necesita señalar con el dedo o con el cañón de su pistola aquello de lo que se ríe, porque en realidad solamente él se está riendo su propia gracia y nadie más se la ve por ninguna parte.

Es peligroso ser humorista, los mejores se juegan la vida y, por eso, ya hemos visto, es uno de los oficios más serios del mundo. Cuando alguien mata a un humorista, no es para que deje de dibujar o de escribir o de contar sus ocurrencias, sino para que los que quedamos vivos dejemos de hacerlo. Pero nunca lo consiguen. El terrorismo odia la risa. No puede con ella, porque el ruido de una bomba puede menos que el estallido de una carcajada.

Por ejemplo Wolinski, y por ejemplo, Charb, el director de Charlie Hebdo. Han matado a un izquierdista de 47 años; dicho así parece una vieja película italiana. Pero sigue ocurriendo ahora. El atentado de ayer contra la histórica revista satírica parisiense ha sido un atentado político en toda la regla, pues el objetivo de los asaltantes era la libertad ahí donde se fabrica: en la redacción de una revista de humor.

El periodismo es la manera de vivir y de ser de los humoristas. Sólo en un lugar tan fugaz y a la vez tan persistente como las páginas de un periódico, o de una revista, o en una emisora de radio o en una cadena de televisión, sólo en sitios así donde está todo el mundo de paso, donde hasta lo que se dice está de paso por un día, por unas horas, cabe un humorista. Un periodista y un humorista buscan lo mismo: la verdad oculta de las cosas. El periodista y el humorista se enfrentan a los mismos enemigos. Pero los periodistas fingen que hablan completamente en serio y los humoristas aparentan hacerlo completamente en broma. Cuando se junta un grupo de humoristas acaban fundando una revista y cuando se junta un grupo de periodistas terminan contando chistes. La foto de Charb que ahora mismo circula por Internet es contagiosa como la risa. La fotografía de este dibujante levantando el puño como un comunista y sosteniendo en la mano con orgullo un ejemplar de su Charlie Hebdo. Sólo un fanático puede matar a un hombre con gafas. (Quizá quienes lo han matado esperen alguna alusión relativa a las creencias de unos u otros, pero esto ahora es lo de menos pues estamos hablando de lo único realmente sagrado para los humoristas: la libertad).

El periodismo es la frontera entre el poder y la libertad. Los periodistas son furtivos que le roban al primero para darle a la segunda, y viceversa. A veces se quedan atrapados en uno de los dos campos, y otras caen físicamente durante el camino en el fuego cruzado. Un humorista cuando escribe por la libertad, por la igualdad y por la fraternidad, escribe sobre todo por la hilaridad.

Por ejemplo Wolinski, por ejemplo Charb y por ejemplo Cabu, sus gafas redondas, su peinado redondo y extraño como una caricatura yeyé. El próximo martes 13 de enero iba a cumplir 77 años. Cabu, veterano de mil publicaciones, anciano de una sola vida, muerto a tiros en la redacción de su revista. (En España sabemos los días de enero, los abogados de Atocha acribillados).

Un fanático no soporta que descubran sus trampas. Mata al que las evidencia

Lo que más odian las armas es el lápiz. El del abogado, el del dibujante… El dibujante es el principal defensor del humor. Un dibujante siempre lleva un lápiz en el bolsillo por lo que pueda ver o por lo que se le pueda ocurrir. Al tiempo que escribo esto, la plaza de la Republique en París se está llenando de gente en silencio que lleva un lápiz en la mano y lo enseña a la noche. (Todavía no son las siete y la plaza espera y la redacción espera. Hoy todo el mundo espera desesperado).

Una persona con un lápiz en la mano es todavía más frágil que sin él, porque los lápices nos muestran tal como somos: no tenemos nada más que lo que decimos. Una persona con un lápiz es tan frágil como una persona con gafas. El lema de la democracia es un hombre, un voto, el lema de la libertad es un hombre un lápiz. O una mujer. El lenguaje está lleno de trampas y los humoristas son artificieros especialistas en desactivarlas. Pero un fanático no soporta que descubran sus trampas. Mata al que las evidencia.

Por ejemplo Wolinski, por ejemplo Charb, por ejemplo Cabu, y por ejemplo Tignous, la sonrisa irónica de los morenos tímidos, 58 años, humorista gráfico profesional, colaborador de Charlie entre otras revistas. Esta mañana estaba allí y lo mataron a tiros. Claro, para defenderse sólo tenía un lápiz. Pero un humorista es eso, un hombre que sólo tiene un lápiz para defenderse.

Los fanáticos no lo saben pues no saben nada que no sea su fanatismo, pero no van a poder con los lápices. Cada vez hay más, porque en la vida en libertad lo primero que se le enseña a una niña y a un niño es a coger el lápiz.

Javier Pérez Andújar es escritor. Su última novela publicada es Catalanes todos (Tusquets).

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ANÁLISIS

Tolerancia contra fanatismo

Frente al fanatismo está la tolerancia en la que se basa toda idea de convivencia pacífica fundamentada en la libertad y en la igualdad

FRANCESC DE CARRERAS

Un atentado como el de ayer en París nos sitúa ante el gran dilema: ¿civilización o barbarie? A poco que reflexionemos podemos determinar el núcleo esencial de cada una de ellas.

El recurso fácil de atribuir las causas a una determinada religión, en este caso la musulmana, es profundamente erróneo. En nombre de todas las religiones monoteístas se han cometido, se cometen y se cometerán, crímenes tan horrendos como el de ayer. A su vez, en nombre de todas las religiones monoteístas se condenarán tragedias semejantes. Por ello la causa debemos buscarla no en las religiones, sino en el fanatismo que pueden provocar, fanatismo, por otro lado, cuyo caldo de cultivo lo encontramos en todo tipo de creencias, tanto las derivadas de la fe como de la razón.

Porque, efectivamente, la actitud fanática no proviene sólo de aquellas creencias opuestas a las ideas —para utilizar la conocida, y clara, distinción de Ortega— sino, a veces, en las ideas mismas, quizás fundadas en argumentos racionales, pero llevadas a la práctica con actitud fanática, aquella actitud que, entre otras cosas, implica que el fin justifica los medios. Ello explica que el nazismo o el estalinismo, basados en ciertas ramas del idealismo alemán, llegaran a cometer atroces crímenes en nombre de bienes que se consideraban superiores. La religión es siempre una creencia, las creencias siempre tienden con mayor facilidad al fanatismo, pero el pensamiento racionalista no siempre está exento de él: depende de la actitud.

Frente al fanatismo está la tolerancia, que también es una actitud más que una ideología, en la que se basa toda idea de convivencia pacífica fundamentada en la libertad y en la igualdad, origen del concepto de democracia organizada en torno a la salvaguarda de los derechos fundamentales. La actitud tolerante está en el comienzo de lo que hoy llamamos civilización occidental y que afortunadamente se extiende ya más allá de Occidente. Sus padres fundadores podrían ser, por ejemplo, Erasmo, Luis Vives o Tomás Moro. En tiempos convulsos debidos a actitudes religiosas intolerantes —es decir, fanáticas—, en aquellas guerras de religión que asolaron el siglo XVI europeo, éstos y otros sostuvieron que debía respetarse la conciencia de cada uno y las diferencias nunca debían ser motivo para justificar la violencia.

De la libertad de conciencia nace la libertad de pensamiento, luego la de opinión y, más tarde, el derecho a la libre información, todos piezas fundamentales —y fundacionales— de las ideas liberales y democráticas de hoy. Un ataque a Charlie Hebdo es un ataque a los millones de personas que en el mundo —no sólo en Occidente— quieren vivir en paz y en libertad, porque este célebre semanario satírico francés ha practicado siempre estas esenciales virtudes éticas y políticas. Sin libertad de expresión no hay democracia, los fanáticos, los bárbaros que han atacado a Charlie Hebdo, son, simplemente, enemigos de la democracia, es decir, de nuestra civilización.

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ANÁLISIS

Un desafío en auge

La amenaza terrorista es en el mundo occidental, la de mayor intensidad conocida después de los atentados del 11 de septiembre

FERNANDO REINARES

 

El yihadismo global no ha estado nunca tan extendido como ahora. Tampoco ha sido con anterioridad un fenómeno igual de polimorfo e internamente competitivo. Además, la amenaza terrorista inherente al mismo es actualmente, en el mundo occidental, la de mayor intensidad conocida después de los atentados del 11 de septiembre. Se trata de una amenaza terrorista que en modo alguno había desaparecido, como quedó muy especialmente de manifiesto no sólo con los atentados de Madrid y Londres, sino con numerosos otros hechos y tentativas posteriores, pero que se ha agravado recientemente al hilo de la inestabilidad política y los enfrentamientos sociales que asolan a distintos países árabes desde 2011. Es un desafío en auge.

Ninguna sociedad occidental queda exenta de esa amenaza terrorista, aunque los antecedentes y procesos de movilización yihadista relacionados con la misma no se distribuyen de manera uniforme y varían según los casos. Francia fue, en 1995, escenario del primer atentado yihadista ocurrido en Europa occidental, es enemigo preferente de Al Qaeda en el Magreb Islámico desde la existencia como tal de esta última en 2007, sufrió los atentados de Toulouse y Montauban en 2012, y desde este año es origen de una tercera parte de los más de 3.000 europeos que se han trasladado a Siria e Irak para incorporarse a organizaciones yihadistas activas en ambos países, aproximadamente un 80% de ellos reclutados por el denominado Estado Islámico (EI).

Este es el contexto en el que analizar la matanza de este miércoles en París. El atentado contra Charlie Hebod, que no sólo lo es contra la libertad de prensa sino contra la fibra misma de las sociedades abiertas, es una de las expresiones posibles de la principal de cuantas amenazas terroristas se ciernen hoy en día sobre los europeos. En un polo del rango de la misma se encuentran los actos de terrorismo perpetrados por individuos aislados, retornados o no de zonas de insurgencia yihadista, normalmente contra blancos accesibles y con significativo potencial mortífero. En el otro polo se situarían los atentados ideados y planificados con el concurso de organizaciones yihadistas dotadas de liderazgo, estrategia y recursos. Entre ambos polos caben diversas manifestaciones compuestas de la amenaza.

Ante un desafío de semejante magnitud, a corto plazo no cabe sino reforzar y actualizar las capacidades estatales de inteligencia y actuación policial, proteger infraestructuras críticas, adecuar el tratamiento jurídico a las vicisitudes de un fenómeno cambiante, reforzar los mecanismos de cooperación bilateral y multilateral, favorecer iniciativas legítimas de la comunidad internacional en regiones que son foco de terrorismo global y asegurar la resiliencia de nuestras sociedades abiertas ante lo peor. En pos de resultados a medio y largo plazo, es asimismo urgente reflexionar sobre el fracaso de los programas nacionales de prevención de la radicalización violenta, pues no están impidiendo la reproducción social del terrorismo yihadista.

Fernando Reinares es investigador principal de Terrorismo Internacional en el Real Instituto Elcano, catedrático de la Universidad Rey Juan Carlos y Adjunct Professor en la Universidad de Georgetown. Autor con Bruce Hoffman, de The Evolution of the Global Terrorism Threat (Columbia University Press).

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TRIBUNA

El terror no olvida

Las redes criminales actúan de forma global y exigen una respuesta similar

BALTASAR GARZÓN

Buscar la causa del atentado ocurrido el 7 de enero en París en la venganza es un análisis simplista; que es un ataque a la libertad de expresión, sin duda. En el año 2006 la revista francesa Charlie Hebdo publicaba caricaturas no de Mahoma sino de los fundamentalistas que actuaban en su nombre. Las críticas de entonces son demasiado poco para constituirlas en única causa. No nos dejemos llevar por análisis descontextualizados. Los yihadistas acudirán a cualquier medio violento en su lucha permanente por alcanzar publicidad y poder como vía para establecer un universo islámico.

Hemos dejado escapar demasiadas oportunidades para atacar la raíz de las causas de este terrorismo. Las primaveras árabes tuvieron un origen y tenían un objetivo. Los actores eran variados (laicos, demócratas, radicales, terroristas, poderosos o interesados) y no se supo apoyar a aquellos que hubieran cubierto el espacio que finalmente fue ocupado por el terrorismo. Las zonas de conflicto, que son escenarios idealizados de lucha, se han convertido en un destino anhelado por los futuros combatientes. Lejos de potenciar desarrollos sociales, culturales y humanos, hemos dado prioridad a las respuestas de fuerza militar.

Un nuevo reto se presenta en Internet, en las redes sociales o en el uso de las aplicaciones de la telefonía móvil. En ese marco se palpa un nuevo terrorismo tecnológico, que aprovecha las nuevas tecnologías para desarrollar sus actividades y la obtención de sus fines convirtiéndose en un terrorismo global que llega a todos los espacios a la velocidad que la propia Red permite. Difunde ideas, y con ello propicia la captación, sin restricción alguna, porque tras la Red hay un ejército invisible de hombres y mujeres dispuestos a dejar el mundo virtual para pasar a la acción. La respuesta al uso de esa nueva herramienta debe ser multidisciplinar. Seguridad, policial, judicial y, desde luego, educación.

Pero en París hemos visto de nuevo consumada la sinrazón de la barbarie; el terror no olvida y es cobarde frente a quienes difunden ideas diferentes o le hacen frente. Y por eso también la firmeza democrática frente al mismo debe ser inescindible.

En París hemos visto de nuevo consumada la sinrazón de la barbarie

Ante la inevitable pregunta de si España es objetivo del terrorismo yihadista o de cuál es el nivel de riesgo en el que nos encontramos, la respuesta meramente local es un grave error. La globalidad de este terrorismo y el uso de herramientas globales van dirigidos a un fin global, escenificado en múltiples acciones locales. Por ello las víctimas del atentado de París somos todos. Lo contrario nos llevaría a desconocer lo que ya afirmábamos el 20 de diciembre de 2009 en el artículo publicado en EL PAÍS Terrorismo de ida y vuelta: “Este tipo de terrorismo es de ida y vuelta. Es decir, al ser global, el teatro de operaciones es mucho mayor y por ende debemos percibirlo —si no se quieren perder sus verdaderos perfiles— como un crimen universal con independencia del lugar de comisión o la nacionalidad de las víctimas”.

Los seres humanos tenemos la memoria frágil y perdemos rápidamente la perspectiva de lo que nos sucede. El terrorismo global tanto puede golpear en un sitio como en otro y solo nos sorprende cuando nos afecta de forma directa. Se extiende como el crimen transnacional organizado, de forma compleja, y es difícil de “descubrir y combatir si no se asume que las vinculaciones e interrelaciones entre esos grupos y células terroristas no son aleatorias ni caprichosas, sino que responden a una lógica del terror cuyo fin es la consecución de objetivos tan globales como aparentemente irrealizables, lo que favorece la indiferencia y la incredulidad, o incluso el escepticismo de los ciudadanos y las instituciones, y la convicción de que no existe riesgo alguno, coadyuvando con ello, en forma involuntaria, a otorgar patente de impunidad en la primera y más decisiva fase de formación”.

Hoy sabemos con tremenda certidumbre que el Estado Islámico existe, que tiene extendidas sus redes por el norte de África y el Sahel, que ha trabado alianzas con otras organizaciones, es decir, que se está instituyendo en red criminal estable, cuyos militantes tanto pueden actuar en Irak o Siria como en París o Roma o cualquier otra ciudad que les sea atractiva como objetivo. Los motivos serán meras excusas siempre que haya víctimas, hoy periodistas, mañana policías o simples ciudadanos cuyo asesinato les promocione en su locura. Son redes que se aprovechan de la Red, pero que no renuncian a los métodos cruentos, porque desde el momento inicial (adoctrinamiento), los ideólogos o emires tienen prevista la actuación del grupo, aprovechando —sin excepción— esas contradicciones de nuestra sociedad y el miedo que en la misma existe a asumir la realidad del problema, lo que se traduce a veces en opiniones publicadas tan banales como temerarias y peligrosas porque serán aprovechadas para golpearnos como, cuando y donde les interese.

Se hace necesaria, pues, desde el Estado de derecho, una reflexión profunda y exigir la cooperación y coordinación internacional proactivas entre los países que trabajamos en pro de la seguridad internacional. Mecanismos judiciales de asistencia mutua internacional como el denominado cuatripartito, conformado por las fiscalías antiterroristas de Marruecos, Francia, Bélgica y España, se muestran indispensables en la respuesta global a un terrorismo global.

Dolores Delgado es fiscal antiterrorista y Baltasar Garzón es abogado y presidente de FIBGAR.

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TRIBUNA

Contra el veto del asesino

Los medios europeos deberían publicar un tiempo caricaturas de ‘Charlie Hebdo’

TIMOTHY GARTON ASH

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Todos los medios de comunicación de Europa deberían reaccionar ante losasesinatos terroristas cometidos por islamistas en París organizando para la semana próxima la publicación coordinada de una serie de caricaturas selectas de Charlie Hebdo,junto a un comentario que explique por qué lo hacen. Que sea una semana de solidaridad y libertad. Una semana en la que todos los europeos, incluidos los musulmanes, reafirmen su compromiso con la libertad de expresión, que es lo único que nos permite aunar la diversidad con la libertad.

Si no se hace algo así, el veto del asesino habrá resultado vencedor. Por más que se hagan audaces declaraciones editoriales, se publiquen dibujos solidarios y se lleven a cabo emocionantes manifestaciones en las que se grite “Je suis Charlie”, la mayoría de las publicaciones, cuando en el futuro tengan que tomar decisiones por sí solas, caerán en la autocensura por miedo. Y los extremistas violentos de otras ideologías habrán aprendido la lección: si quieres imponer tu tabú, consíguete un arma.

Nosotros no resolvemos nuestras diferencias empleando la violencia. Lo hacemos mediante la palabra. Este es el principio elemental que todos, sobre todo los que vivimos de la palabra y la imagen, debemos defender unidos. Tenemos derecho a ser iracundos, groseros, sarcásticos, ofensivos, y a cambio sabemos que los demás también tienen derecho a ofendernos a nosotros. Hay unos límites que marca la ley, y podemos tratar de cambiar esas leyes a través del parlamento. Tenemos derecho a manifestarnos de forma pacífica, y a recurrir a la desobediencia civil. Ahora bien, el Estado democrático es el único que tiene legitimidad para utilizar la violencia; y entonces la llamamos fuerza.

La moneda soberana de la libertad tiene dos caras. En un sitio web dedicado a debatir sobre la libertad de expresión, he formulado el principio con estas palabras: “Ni amenazamos con la violencia ni aceptamos intimidaciones violentas”. Esta segunda parte es la que ahora nos exige que organicemos ese momento extraordinario de solidaridad entre los medios de comunicación europeos.

Yo creo que la publicación o emisión de caricaturas de Charlie Hebdo en esta acción de la semana próxima debería incluir no solo unas cuantas de las que la revista dedicó a Mahoma, sino también una o dos sobre otros temas, para que todos puedan ver que era una revista satírica y que acostumbraba a ofender a muchos tipos de gente. En eso consiste la sátira. En cuanto al comentario, debería explicar por qué unos medios de comunicación que normalmente no publican ese tipo de caricaturas satíricas han decidido publicarlas ahora. Habría que advertir de antemano a los lectores y espectadores que se van a mostrar los dibujos, pero las imágenes deben aparecer sin que se las haya pixelado ni editado.

Una acción coordinada como esta necesita algo de tiempo para prepararla, pero eso no tiene por qué ser un inconveniente. Es más, de no ser así, el implacable ritmo de las noticias haría que los medios pasaran a ocuparse de otra cosa. Estaría bien que se unieran a esta medida otros medios de comunicación libres de todo el mundo, pero se trata sobre todo de una ocasión para que los europeos se alcen en muestra de solidaridad y para defender la libertad de expresión, que es un elemento fundamental de nuestros valores y nuestro modo de vida. Y que es también la libertad de la que dependen casi todas las demás libertades.

Cada periódico, cada revista, cada página web, blog o red social tendrá su propia forma de comentar, y así debe ser, pero mi propuesta de borrador sería más o menos la siguiente:

“No debemos permitir nunca que la violencia reprima el ejercicio de la libertad de expresión. Por eso nosotros, que normalmente no publicamos (o emitimos) este tipo de caricaturas satíricas, lo hacemos ahora, en unión de otros medios de toda Europa. Esta solidaridad es la única forma de demostrar a los asesinos y aspirantes a asesinos que no pueden dividirnos y vencer, que no van a intimidar a los medios de comunicación para que nos autocensuremos. Un ataque contra uno es un ataque contra todos. En este sentido, nous sommes tous Charlie”.

“Lo único que van a conseguir los asesinos es que esas caricaturas de Mahoma las vean ahora millones de personas que, de no ser por este motivo, no habrían tenido acceso a ellas. Son los asesinos, y no los caricaturistas, quienes han empañado de esta manera la imagen del Profeta. Porque ahora existe un interés abrumador y legítimo del público por conocer la causa aparente del monstruoso y sanguinario asesinato terrorista de los dibujantes franceses Charb, Cabu, Wolinski y Tignous —cuyos nombres han entrado a formar parte de la historia—, sus colegas y los agentes de policía”.

“Esta publicación coordinada no es un gesto gratuito. No es tampoco un gesto contra el Islam. Al contrario, defiende las condiciones que permiten que los musulmanes en Europa, a diferencia de los cristianos o los ateos en gran parte de Oriente Próximo, puedan expresar libremente sus más profundas creencias y oponerse a las de otros. Lo que está en juego es el futuro de Europa y el de la libertad. Porque nuestra convivencia en libertad depende de esto: de que el veto del asesino no resulte vencedor”.

Timothy Garton Ash es catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford, donde dirige en la actualidad el proyecto freespeechdebate.com, e investigador Titular de la Hoover Institution en la Universidad de Stanford. Su último libro es Los hechos son subversivos: Escritos políticos de una década sin nombre.@fromTGA

Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

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Textos tomados de El País.