Nadie podría negar que la crisis ambiental del Valle de México es grave.
Sin embargo, tampoco nadie podría negar que atrás del problema de polución hay más que automóviles y fábricas; en realidad, existe una falta de voluntad política.
Prueba de lo anterior es que los gobiernos de Puebla, Hidalgo, Tlaxcala y del estado de México han dado la espalda a la responsabilidad que les corresponde.
Coincidentemente, tres de estas entidades eligen gobernador el próximo cinco de junio y en el estado de México, las votaciones serán el próximo año.
Acaso por eso, ningún mandatario –del color que se quiera–, ha asumido el costo político y social de tratar de poner un alto a la contaminación.
No obstante, nadie puede tapar el sol con un dedo. Y aunque los gobiernos locales volteen la mirada a otro lado; los hechos no mienten.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, Puebla está igual de contaminada que la ciudad de México.
De hecho, Puebla y la capital del país ocupan el séptimo lugar en el nivel de contaminantes. Los primeros seis espacios son para Monterrey –en Nuevo León–, Toluca –en el estado de México–, y las ciudades de Silao, León e Irapuato, en el estado de Guanajuato.
¿Cuándo veremos a estos tres gobernadores tomar las medidas que ha implementado el gobierno de Miguel Mancera?
¿Cuándo la salud de los mexicanos importará más que los votos?