Premio Nobel a las buenas intenciones

La madrugada de este viernes, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz; en reconocimiento a sus esfuerzos para poner fin al conflicto armado de 52 años entre el Estado y la guerrilla colombiana.

A pesar del duro golpe para el proceso de paz que representaron los resultados del referéndum del pasado 2 de octubre, Kullman Five, presidenta del comité encargado de la designación, aseguró que la contribución de Santos para acercar a Colombia hacia una resolución pacífica del conflicto es suficientemente meritoria para otorgarle la distinción.

Con ello, el presidente Santos no sólo recibe un reconocimiento a sus loables esfuerzos, sino que para muchos, el Nobel va acompañado del respaldo de la comunidad internacional, de cara a las negociaciones en las que deberá reestructurar el acuerdo a fin de concretar la paz.

Pero sobre todo, el Nobel podría elevar el capital político del vapuleado mandatario, quien en su país goza de una popularidad escasa al haber fallado en el intento de hacer aceptable el acuerdo para el pueblo colombiano, en gran parte victimizado por los crímenes de las FARC.

Y es que si al día de hoy los acuerdos siguen en la incertidumbre, es en gran medida porque el pueblo colombiano difiere del punto de vista del Comité Noruego del Nobel: sí, los esfuerzos de Santos para sellar la paz con las FARC son dignos de reconocer, pero para la mitad más uno de los colombianos que atendieron el llamado del referéndum, sus acciones y los términos del acuerdo fueron errados.

Pero el presidente Santos y todas las encuestas de opinión fueron incapaces de reconocer este problema, y por ello, hasta ahora todo ha quedado en intenciones, mientras que las acciones no se han podido consolidar.

Así, el Premio Nobel para Santos parece ser más un reconocimiento políticamente correcto a las buenas intenciones que a las acciones, pues así como el acercamiento con las FARC fue meritorio, detrás del “No” de los ciudadanos hubo varios errores.

Quizá el error más grave fue someter a plebiscito un acuerdo logrado con un gran trabajo y que pudo haber concretado sin necesidad de ello. Pero una vez que Santos decidió investir con un manto democrático el acuerdo de paz, falló al cabildear con las fuerzas políticas para fortalecer el acuerdo, al comunicar sus alcances y beneficios para que la gente no asoció el pacto con la situación de Venezuela, y sobre todo, para que acercarse a una población indignada —y sobre todo afectada— por los crímenes de la guerrilla.

Con todo, a Santos aún le queda poco menos de un mes para hacer las gestiones necesarias para concretar formalmente la paz.

¿Será que el impulso del nobel fortalecerá la figura de Santos respecto a la del impulsor del “No”, Álvaro Uribe? ¿Ahora sí serán acertadas tanto las intenciones como las acciones?