Pablo Iglesias, ¿el Hugo Chávez español?

El domingo 20 de diciembre, España regresó al espectro mediático internacional. ¿La razón? Sus elecciones generales. Es decir, la elección de los diputados y senadores que encabezan el poder legislativo español.

Como seguramente está enterado, el partido con más votos fue el Partido Popular —que actualmente gobierna el país—; en segundo puesto, con sólo seis puntos menos, se encuentra el Partido Socialista Obrero Español —PSOE—, mientras que el tercer lugar —con dos puntos menos que el PSOE—, fue para la coalición que encabeza el partido Podemos de Pablo Iglesias.

Este reparto de posiciones tiene a España en un momento de transición. Y es que —por primera vez desde que concluyó la dictadura de Francisco Franco—, el Congreso español no está dividido en sólo dos fuerzas. Es decir, que en España se acabó el bipartidismo.

Pero hay más. El gobierno español se vio obligado a buscar alianzas con el resto de los partidos. Sólo una coalición —ya con el gobierno, ya de oposición—, permitiría la discusión y aprobación de leyes en un congreso dividido.

En esta lógica, Mariano Rajoy —el presidente de gobierno español—, se ha reunido con los principales líderes de la oposición. Y mientras que unos —como Podemos—, aseguran que no habría un acercamiento con el gobierno de Rajoy; otros —como el PSOE—, negocian las condiciones de un eventual acuerdo, o si lo prefiere, venden caro su amor.

Es así que, hace horas, Pablo Iglesias —líder de Podemos—, se reunió con Mariano Rajoy. Luego del encuentro, Iglesias declaró que existe la amenaza de que se construya un bloque de restauración —entre el PP, el PSOE y alguna otra fuerza menor—, una gran “coalición a tres”.

Fiel a su costumbre, Iglesias habló de un pacto entre quienes integran la “casta” del poder y colocó a su partido —Podemos—, como la única oposición real al “bloque inmovilista a tres”; es decir, a la eventual alianza entre el partido en el poder y otras fuerzas políticas.

Al botepronto, este discurso reaccionario y de polarización se antoja familiar. Los mexicanos hemos visto un armado similar en la figura de Andrés Manuel López Obrador. Mientras que el resto del continente Americano ha escuchado a otros como Hugo Chávez —en Venezuela—, Rafael Correa —en Ecuador—, Evo Morales —en Bolivia— y la señora Cristina Fernández en Argentina.

Por eso, más de uno pregunta, ¿será que Pablo Iglesias es el nuevo Hugo Chávez?

Sin duda, existen similitudes entre los personajes. Por ejemplo, se habla de cómo Iglesias se refiere a la “casta” del mismo modo en que Chávez renegó del “capital” o de la oligarquía. También hay quien comenta la forma en que Iglesias se refiere a la empresa privada. Igual que Chávez, Iglesias mantiene una postura ambigua frente a la disyuntiva entre la privatización y la expropiación. Hoy, a la vuelta de los años, sabemos que Chavez convirtió la figura de la expropiación en uno de sus instrumentos más efectivos para la presión y la persecución de adversarios.

De igual forma, tanto Chávez como Iglesias se caracterizan por su tendencia hacia la megalomanía, la demagogia y el discurso populista. Por eso no sorprenden los comparativos entre el difunto líder bolivariano y el ascendente Pablo Iglesias.

Sin duda, resulta curioso que mientras la Venezuela chavista se cae a pedazos —igual que los argentinos expulsaron de la Casa Rosada al kirchnerismo–, en España surte efecto una apuesta de corte chavista: Podemos.

Es igualmente sintomático que algunas figuras —como Juan Carlos Monedero— estuvieran detrás de los gobiernos chavistas en América Latina —como asesores de Chávez, por ejemplo—, y después tuvieran una participación relevante en el afianzamiento de Podemos.

Por todo esto, viene a cuenta preguntar, ¿cómo es que un importante sector del electorado español se dejó convencer por el proyecto chavista de Podemos? ¿dónde está el atractivo de una propuesta que fracasó en otras partes del mundo? ¿por qué algunos apoyan a un partido que dice lo que tiene que decir, cuando lo tiene que decir y después olvida lo dicho? Basta recordar que, en un principio, Podemos se presentó como un partido anti sistema; no obstante, el partido de Iglesias ahora se asume como una agrupación de centro. Es decir, este camaleón de la política española parece adaptar su discurso a la coyuntura y poco o nada le importan la ideología o el derrotero político.

¿Qué verán los españoles en este proyecto deficiente y hasta incongruente? ¿Será que, como ocurre en México, la oferta de políticos capaces y competentes es tan limitada que prefieren apoyar a un improvisado cuya lealtad, según parece, están con su proyecto político y con él mismo?