Oaxaca: ¡Murat mata al padre..!

Sin duda resulta histórico el pronunciamiento de Alejandro Murat –el candidato del PRI al gobierno de Oaxaca–, quien dijo que durante el tiempo de su eventual gobierno, “mi padre no pisará el Estado”.

¿Y por qué la radical promesa del abanderado del PRI-PVEM al gobierno de Oaxaca?

La respuesta parece elemental. Porque para Alejandro Murat los mayores y más pesados negativos para su campaña al gobierno oaxaqueño –y los potenciales votos en contra de su candidatura–, provienen de la imagen y el descrédito de su padre; José Murat.

Así pues –y siempre a partir del pragmatismo recomendado por Nicolás Maquiavelo en el lejano siglo XVI–, resulta que el joven Alejandro Murat tomó la decisión de matar políticamente a su padre, a fin de quitar de su camino político los obstáculos del desprestigio paterno.

Sin duda una decisión que confirma que en política –y en especial en la política mexicana–, el fin justifica los medios; “y si se debe sacrificar a la familia para acceder al poder, el sacrificio lo vale”, como recomiendan no pocos maestros del pragmatismo políticos mexicano.

Pero existe otra pregunta sin respuesta. ¿Por qué es histórica la declaración de Alejandro Murat?

Aquí también debemos acudir al sentido común. Porque son pocos los políticos –o de plano no existen–, capaces de reconocer de manera pública que –por supervivencia–, deben recurrir al parricidio político; a la muerte política del padre, tutor o promotor.

Y es que en la política del mundo entero –y en especial en la política mexicana–, es común el asesinato del padre político; sea por deslinde, por romper el tutelaje o para tirar el lastre paterno o familiar.

Si dudan, la historia mexicana documenta con claridad dos parricidios que cambiaron el destino nacional. Como saben, de 1928 a 1936 México vivió una dualidad de poderes; “El Jefe Máxima”, Plutarco Elías Calles y el jefe del Ejecutivo; el presidente Lázaro Cárdenas. El 10 de abril de 1936 –con el forzado exilio de Calles–, Cárdenas mató a su padre político.

En 1995 –luego del crimen de Colosio y de la candidatura emergente de Ernesto Zedillo–, el nuevo presidente mató políticamente a Carlos Salinas, su padre político. Gracias a ese parricidio, en buena medida hoy existen en México las bases democráticas y económicas que mantienen a México a flote.

A su vez, el 20 de diciembre de 2001 –en el Itinerario Político de esa fecha–, documentamos el primer parricidio político del nuevo siglo. Resulta que el empoderado jefe de gobierno del DF, Andrés Manuel López Obrador decidió matar a su padre político, Cuauhtémoc Cárdenas. Y lo consiguió. Y gracias a ese crimen político fue candidato presidencial en dos y lo será una tercera oportunidad.

También aquí revelamos –con santo y seña–, el parricidio político de Miguel Mancera contra su padre político, Marcelo Ebrard. Y gracias a ese parricidio, hoy Mancera es precandidato presidencial. También detallamos “los miedos” de Marcelo Ebrard, quien se negó a matar a su padre político, AMLO. Esa debilidad le costó a Marcelo la candidatura presidencial en 2012.

Y también documentamos el más reciente parricidio político –el 6 de julio de 2015–, cuando el jefe del PAN, Ricardo Anaya, debió matar a su padre político, Gustavo Madero, para consolidar la dirigencia nacional del PAN y para convertirse en potencial candidato presidencial de ese partido.

Así pues, Alejandro Murat hizo lo que tenía que hacer. Y lo hizo público –lo cual es histórico–, porque el peso del padre lo puede aplastar.

Al tiempo.

Tomado de Milenio