Nuevo Embajador de México en Estados Unidos; ¿qué se rompió?

Hace instantes, la secretaría de Relaciones Exteriores anunció el relevo de Miguel Basáñez como embajador de México en Estados Unidos.

En agosto del año pasado —hace siete meses—, el presidente Enrique Peña nombró a Basáñez como el representante de México en Washington.

En su momento, aquí cuestionamos la llegada de este personaje.

Dijimos, por ejemplo, que el mérito de Basáñez era su cercanía con el presidente Peña y no su desempeño en el servicio exterior.

Dijimos, además, que el trabajo académico de Basáñez —que parecía ser su carta fuerte—, no se concentraba en los Estados Unidos. De hecho, sus investigaciones más recientes eran sobre el sureste asiático.

Y dijimos que los especialistas no tenían clara cuál sería la postura de Basáñez frente al conservadurismo creciente en los Estados Unidos y problemáticas como la migración, el narcotráfico o la balanza comercial.

Medio año después, la Embajada de Basáñez se vino abajo y en su lugar, la Presidencia postuló al ingeniero Carlos Manuel Sada, un político —priista— de larga trayectoria y con experiencia en el servicio exterior; donde ha servido como cónsul en algunos de los espacios más conflictivos y relevantes de Estados Unidos como Nueva York, Los Ángeles, Chicago y San Antonio.

Junto con Sada, viene a cuenta mencionar, el gobierno mexicano nombró al maestro José Paulo Carreño King como subsecretario para América del Norte de la secretaría de Relaciones Exteriores. Es decir, que estamos ante un cambio radical del tono de la política exterior mexicana.

Pero vayamos por partes.

Hasta hace horas, en la subsecretaría para América del Norte despachaba Carlos Pérez Verdía, un economista cercano al excanciller José Antonio Meade; cuya experiencia era, primordialmente, en el ámbito bancario.

Por otro lado, Paulo Carreño –el nuevo subsecretario para América del Norte–, era el titular de la recién creada coordinación de Marca País y Medios Internacionales de la Presidencia de México. Previo a esta posición, Carreño trabajó en el desarrollo de estrategias de comunicación y promoción de México desde distintos espacios públicos y privados.

Es decir, que el gobierno mexicano envió a un político —y cónsul experimentado—, a su Embajada más importante. Además llevó a un experto en el manejo de medios –y en el diseño de estrategias de comunicación– a la subsecretaría de América del Norte. El mensaje es evidente: la Embajada de México en Estados Unidos servirá para hacer política, estará más cerca de las comunidades de hispanos y el gobierno mexicano buscará generar mayor presencia en territorio norteamericano.

Ahora bien, las decisiones a este nivel suelen ser decisiones políticas. Es decir, que no basta con analizar los perfiles para entender la llegada de un individuo a cargos como la Embajada de Washington.

Sobre todo si consideramos que el ahora exembajador —Miguel Basáñez—, mantenía una relación cercana con el presidente Peña. Dicen los enterados que Basáñez no sólo sirvió como mentor del presidente sino que fue una presencia constante en la juventud de Enrique Peña.

Por eso, resulta peculiar que la diplomacia mexicana releve a Basáñez seis meses después de que éste llegó al cargo.

Evidentemente, algo se rompió. Algo falló. Las cosas no funcionaron como debían. Alguien no hizo lo que le tocaba.

De igual forma, es curioso que los cambios en la embajada mexicana —y la subsecretaría de América del Norte—, ocurran a la mitad de la elección presidencial de Estados Unidos.

En esa lógica, no está de más preguntar si el gobierno de México ajusta sus piezas en reacción a figuras como Donald Trump.

Después de todo, la representación de México en Estados Unidos se ha mostrado pasiva —y hasta indolente—, frente al golpeteo sistemático de Trump en contra de la comunidad hispana.

Además, el respaldo a las propuestas de Trump —como el descocado proyecto del muro en la frontera con México—, demuestra la impopularidad de los latinos entre los círculos conservadores de Estados Unidos. O si lo prefiere, deja ver que las representaciones de México en terreno estadounidense no han contribuido a desarrollar una imagen positiva de los mexicanos que viven al otro lado del Río Bravo.

Es así que, de un plumazo, la Cancillería mexicana da un viraje en la relación con Estados Unidos. Con estos cambios, el gobierno federal no sólo convirtió en embajador a un político y diplomático con experiencia, además lo hizo en medio de la carrera por la Casa Blanca.

Por cierto, Carlos Sada es el tercer embajador de México en Estados Unidos en lo que va del gobierno de Enrique Peña —sin contar a Arturo Sarukhán que ocupó el puesto durante el primer mes de gobierno de Peña Nieto—, ¿será que, finalmente, el gobierno federal decidió el tipo de relación que busca con el gobierno de los Estados Unidos?

¿Y Roberta Jacobson? El 1 de junio de 2014, el presidente Obama la nominó para dirigir la Embajada de Estados Unidos en México, ¿cuándo ocupará el cargo? Desde su postulación, tres embajadores mexicanos han desfilado por Washington, ¿cuándo llegará Jacobson a la Ciudad de México?