Migración en México, un escándalo silencioso

Cuando el Papa Francisco habla de migración –y de migrantes– hace referencia a uno de los escándalos más grandes, más doloroso y más ignorados en México.

En entrevista para La Otra Opinión, el Doctor Eduardo González –experto en asuntos migratorios–, explicó que nuestro país es un punto de migrantes por cinco vías: Los mexicanos que se van a Estados Unidos, los que regresan, los americanos que deciden mudarse a México, los mexicanos que cambian su residencia a otro estado y los centroamericanos que pasan por México en su intento por mejorar sus condiciones de vida en los Estados Unidos.

Es así que pese a lo complejo del fenómeno, a pesar de que México y Estados Unidos comparten –en palabras del Doctor González–, la frontera vertical más violenta del planeta y con todo y que el fenómeno migratorio es una dinámica constante en todas las regiones del país; pocos hablan y todavía menos atienden la problemática.

En este contexto, el Doctor Eduardo Guerrero celebró que el Papa Francisco se exprese sobre el tema. Después de todo, alguien tiene que enviar los reflectores a estos asuntos. Actualmente, la falta de atención a esta problemática se refleja de diversas formas. Por ejemplo:

Hoy día no existen registros de cuántos norteamericanos viven en México.

Tampoco se sabe cuántos centroamericanos ingresan al país.

Se sabe que Chiapas tiene 100 pasos ciegos pero no se sabe cuántas personas los atraviesan.

Finalmente, las cifras indican que el 20 por ciento de los mexicanos viven en una entidad distinta a la que nacieron a pesar de todos los problemas que eso provoca.

Y aunque las cifras –o la ausencia de ellas– bastarían para escandalizar a más de uno, el Doctor Guerrero advirtió que la atención y la preocupación deben estar en otro lado. Y es que los gobiernos de México y Centroamérica no sólo están obligados a reconocer el tamaño del problema sino a garantizar el derecho a no migrar de sus habitantes. Es decir, que los Estados tienen la encomienda de generar las condiciones adecuadas para que los ciudadanos se queden y se desarrollen plenamente en su país de origen.

Eso sí, mientras los gobiernos no sean capaces de garantizar el derecho a no migrar, tendrán que asumir la responsabilidad de humanizar el proceso migratorio de mexicanos y de centroamericanos.

O si lo prefiere, mientras que en México no se den las oportunidades para que los mexicanos se desarrollen, vivan lejos de la pobreza y de la desesperación, el gobierno tendrá que asegurarse, por lo menos, que el tráfico de los migrantes ocurra en un contexto humano.

Es lo mínimo que se puede hacer.