Maduro tiene los días contados

Durante horas no se definió la asignación de dos curules en la Asamblea Nacional de Venezuela.

Durante horas, nadie supo si esos dos espacios –de un total de 167–, serían para el oficialismo o para la oposición.

Durante horas, muchos esperaron la conclusión del proceso electoral.

Y es que el reparto de esas dos diputaciones era vital. ¿Por qué?

Porque con los primeros resultados, la oposición tenía el control de tres quintas partes de la Asamblea. Es decir, podía censurar al vicepresidente o al Gabinete presidencial.

Sin embargo, de conseguir los dos asientos que faltaban, la oposición podría llamar a refrendos, podría llevar a cabo reformas constitucionales y podría nombrar a las cabezas del poder judicial y de los árbitros electorales.

En pocas palabras, la oposición tendría el control absoluto del Poder Legislativo.

Mientras no se supo el destino de esos dos espacios, aquí sugerimos que en Venezuela podría haberse caído (y callado) el sistema electoral.

Después de todo, no habría sido extraño. El gobierno de Nicolás Maduro se ha distinguido por tratar de meter mano en los resultados electorales.

No obstante, para sorpresa de muchos, los últimos dos escaños en la Asamblea fueron para la oposición.

Ante el asombro de muchos, la Mesa de Unidad Democrática obtuvo la facultad de llamar a un refrendo, de llevar a cabo reformas constitucionales y de aprobar –o reprobar– a las cabezas de poder judicial y del árbitro electoral.

¿Qué quiere decir eso?

Simple: que Nicolás Maduro podría tener los días contados.

De n momento a otro, la mayoría opositora podría llamar a un refrendo y –luego de los resultados de la elección de este fin de semana–, sería altamente probable que Nicolás Maduro pierda el poder.

Por eso, aquí creemos que el proceso de este fin de semana deja dos grandes enseñanzas:

La primera: que frente a la amenaza, Maduro buscaría aferrarse al poder. No sería extraño que el venezolano amenace con el uso de la fuerza o eche mano de la trampa con tal de prolongarse en el cargo.

Y la segunda: que contrario a lo que muchos pensamos –muchos acostumbrados a la trampa y la tranza electoral–, en Venezuela sigue vivo el espíritu democrático.

Hace medio siglo, mientras México vivía una dictadura perfecta y el resto de América Latina era gobernada por dictaduras bananeras, en Venezuela florecía la democracia.

Con la llegada del chavismo, muchos sugerimos que América Latina habría perdido a la cuna regional de la democracia.

Afortunadamente –para el continente y para los venezolanos–, el resultado final de la elección intermedia demostró que en Venezuela sigue vivo el espíritu democrático, que sigue viva la participación ciudadana y que sigue viva la posibilidad de hacer frente al gobierno desde las urnas y desde los votos.