Libertad, herejes y sexo

POR GERMÁN MARTÍNEZ

¿Libertad religiosa sí, libertad sexual no? No suena congruente chamuscar en leña verde a los homosexuales por “preferir” y, al mismo tiempo, pedir respeto a una “preferencia” religiosa. Las voces contra el llamado “matrimonio igualitario” despiden el fétido olor a beligerancia divina.

Abanderar un dogma y gritar con facilidad condenas infernales es un camino peligroso para una convivencia pacífica de ambas libertades: la libertad para elegir un Dios o no, y la libertad para contraer matrimonio entre personas del mismo sexo, o no.

Con el grito “¡Dios lo quiere!” una multitud aprobó en 1095 en Clermont, Francia, la iniciativa del Papa Urbano II para comenzar la primera guerra “Cruzada” contra los “infieles” y recuperar Jerusalén. ¿Esa misma voluntad de Dios anima hoy a las familias tradicionales a combatir los matrimonios igualitarios? ¿Existe fundamento psicológico, ético, teológico para un ideal familiar? Los mismos jerarcas religiosos ¿se atreverían a sostener que Dios soltó de sus manos a los gays, aunque sean sacerdotes o monjes religiosos? No creo en nuevos herejes, ni nueva inquisición.

La religión no tiene la exclusividad para dictar normas morales. Y la libertad religiosa sí tiene una nota esencial y definitoria: sólo puede germinar, crecer y transmitirse en un ambiente de plena libertad. La fe no se puede imponer. ¿Cómo dictar un modelo único y obligatorio de familia natural a toda la sociedad?, ¿cómo asignar desde las iglesias un rol social a las personas, sin excluir a otras? La amenaza del fuego infernal no es buen argumento. Atemorizar no es el fin de la religión. ¿Acobardar a las personas es la enseñanza original de aquel Jesús histórico que vivió en Nazaret, y consumió su vida salvando y consolando a las personas en sus dramas humanos?

“La verdadera religiosidad -sostiene Joseph Weiler, abogado constitucionalista y profesor de la Universidad de Nueva York-, el verdadero Sí a Dios, solamente puede venir de una persona que tenga la habilidad, la capacidad y la posibilidad de decir No a Dios”. Esa relación libre con Dios promueve, patrocina y defiende a seres humanos autónomos y soberanos; no auxilia ni socorre a marionetas. La auténtica libertad religiosa repudia el “amaestramiento ideológico”, y desoye los tristes sermones de una iglesia sancionadora de los comportamientos íntimos de sus feligreses. ¿El sexo sólo es un ejercicio mecánico de reproducción de la especie humana?, ¿no es manifestación de amor?, ¿es pecado el goce erótico sin engendrar hijos? Las iglesias tienen una enorme tarea de consuelo, comprensión y misericordia para miles de personas, ¡qué vergüenza ver a algunos ministros del culto asumir el pequeño papel de policías de alcoba!

Sin embargo el grave problema de esta nueva división social mexicana no es entre quienes están a favor o en contra del matrimonio igualitario. La fractura es más profunda y radica en creer, erróneamente, que la religión es incompatible con la democracia, o la libertad plena, o la tolerancia. La religión puede convivir con los asuntos políticos y terrenales cuando va acompañada de la razón, y razón y fe no están reñidas, sólo a los fanáticos conviene mantenerlas separadas. Tomás de Aquino lo demostró hace casi mil años. ¿No es la religión cristiana un testimonio de la razón del amor?

La razón es atributo “natural” de la persona para encontrar la verdad, y ésta “nos hará libres”, según los evangelios. Razonar a Dios, razonar la relación con Dios y hacer un Dios razonable son los pasos que no se atreven a dar quienes dictan sentencias flamígeras, culpan personas, excluyen y dividen; desde la razón no se puede ver a la homosexualidad como enfermedad y nido de vicios, y también, desde la verdad alumbrada con razón, toda las personas son dignas, sin diferencia alguna y con derechos iguales.

Dios existe en la razón y la libertad personal. Eso fue lo que sostuvo Benedicto XVI, en aquella famosa conferencia en 2006 en la Universidad de Ratisbona, cuando unos radicales intentaron lincharle. Con erudición e inteligencia Ratzinger citó la frase del Emperador Manuel II Paleólogo, que la jerarquía católica no debería olvidar: “No actuar según la razón… es contrario a la naturaleza de Dios”.

Tomada de Reforma.