La nobel contra Putin

Vladímir Putin, o “El Señor de las Guerras”, fue presidente de Rusia en dos ocasiones consecutivas: en 2000 y 2004. Vladímir Putin fue reelecto en 2012. Vladímir Putin ha sido blanco de la crítica extranjera por supuestas acciones que atentan contra los derechos humanos y la libertad de religión. Además, el gobierno de Vladímir Putin se caracteriza por la gran cantidad de periodistas muertos. Y ahora, Vladímir Putin es cuestionado por una Premio Nóbel.

La ganadora bielorrusa del Premio Nobel de Literatura 2015, Svetlana Alexiévich, declaró que aunque respeta el mundo ruso de la literatura y la ciencia, no respeta el mundo ruso de Stalin y Putin. Para Alexiévich, “El sueño de Rusia es que el país sea un gran imperio e inspire miedo. Vladimir Putin ha asumido la defensa de estos valores tradicionales”. En este contexto, la premio Nobel agregó que: “Putin no es un político. Putin es un oficial de la KGB. Lo que hace son provocaciones que se organizan por lo general desde la KGB”.

En esta lógica, dicen los que saben, que no es coincidencia que el Premio Nobel de Literatura fuera para Svetlana Alexiévich. O si lo prefiere, que el comité evaluador de esta presea no es ajeno a la situación política de Rusia y a la intervención militar de Putin en Siria.

Por eso, quienes preguntan por qué ganó la bielorrusa y no otros autores –como el japonés Haruli Murakami– deben saber que es indispensable que las demandas de la sociedad se atiendan por aquellos con acceso al poder –como la Academia Sueca–, porque en situaciones críticas –como la rusa– no es posible dejar de lado lo trascendental y pasar a lo superficial. Como habría ocurrido si el premio quedaba en manos del escritor japonés.

A todas luces, la premiación de la periodista Alexiévich es una llamada de atención para Rusia y Ucrania. Dos países donde predominan la censura y la represión a la prensa. A través del Nobel, Alexiévich logró amplificar sus denuncias e inconformidades. Alexiévich supo llevar los reflectores del mundo a una Rusia en problemas.

La pregunta es, ¿la comunidad internacional escuchará el llamado? Y quizá más importante, ¿responderá a él?