La disyuntiva de Agustín Basave

En las condiciones de debilidad con que recibió al PRD, el nuevo dirigente del partido, Agustín Basave, parece encerrado en los dos únicos caminos que conoce el Sol Azteca: el que recorre junto a su caudillo y el que avanza junto al poder.

Hasta el 2012, ora con Cuauhtémoc Cárdenas, ora con López Obrador, el Sol Azteca había tenido un “padre” que llevaba el destino del partido, marcaba la línea política y controlaba con mayor o menor éxito el desorden que desde siempre han representado las corrientes internas o tribus.

Sin embargo, luego del “deceso político” de Cárdenas y de la separación entre López Obrador y el PRD, los dirigentes del Sol Azteca –es decir, Nueva Izquierda o “Los Chuchos”– optaron por colaborar con el gobierno y endurecer el discurso en contra de su mitad escindida, Morena, a fin de marcar límites claros entre la izquierda “progresista” que intentaron vender y la izquierda rijosa del lopezobradorismo.

El PRD hizo de Morena el centro de su discurso en las campañas de 2015; desaprovechó, así, la oportunidad de mostrar el buen trabajo legislativo que sus bancadas en el Senado y en la Cámara de Diputados realizaron. Nunca hablaron sobre las reformas que ellos impulsaron –la de Telecomunicaciones, por ejemplo–. El único tema que importaba a los perredistas fue el de Morena y el de López Obrador.

Los resultados de la elección intermedia evidenciaron el fracaso de la estrategia: no fueron pocos los que opinaron que la posición negociadora –y hasta cómplice– del PRD terminó por asimilarlo al PRI y al PAN, y que su lugar como oposición lo ocupó Morena, el partido del tabasqueño.

Y es en esta encrucijada donde se halla Agustín Basave.

Por una parte, el colosista ha dejado claro que el PRD debe alejarse del gobierno y recuperar su lugar como fuerza opositora. No obstante, no parece hallar la forma de lograrlo sin una figura que empuje –¿y someta?– al perredismo; tampoco hay claridad sobre la relación que quiere con el gobierno. Aunque Basave se ha dicho abierto al diálogo, también ha promovido un discurso antiPRI y antigobierno que, a primera vista, es una calca –pálida– del que distingue a Morena; partido al que, por otra parte, insiste en acercarse en su afán por re-unir a las izquierdas. El peligro del acercamiento es que, a la larga, el PRD sea engullido por Morena y que, esta vez en “casa ajena”, no haya contrapesos que atajen la suprema voluntad del tabasqueño. O, en otras palabras, que el PRD, al entregarse, pondrá a toda la izquierda partidista a merced de los apetitos de López Obrador.

Pierden los amarillos al acercarse a Morena, pero el otro camino no es mejor. La arenga lopezobradorista que lo identifica como parte de la “mafia en el poder”, aunada a los escándalos de narcotráfico y corrupción que ha enfrentado en los últimos años y su aparente docilidad frente al gobierno de Peña Nieto, ha minado la credibilidad del PRD. Una nueva alianza con el gobierno –y hasta con el PAN– podría seguir desdibujándolo. Y todos saben que la pérdida del Sol Azteca será la ganancia de Morena.

Todo apunta a que el PRD tendrá que abrir –por cuenta propia– una tercera vía que le devuelva identidad y lo coloque como una opción de izquierda: una izquierda –ahora sí– liberal que se diferencie de la izquierda de convento que se ve en Morena; capaz de negociar con el gobierno, sin tener que “cuidar” al presidente (Barbosa dixit); debe sacudirse la polillla de sus cuadros envejecidos mediante un discurso –creíble, que no oportunista– que llegue y convenza a los mexicanos. Porque, ¿qué futuro tiene el PRD si los burocráticos Chuchos siguen siendo el rostro del partido?

Y todo eso es tarea de muchos, pero, principalmente, de uno: de Agustín Basave.

RV