El plagio de Jenaro Villamil

Por Marco Levario

Permítanme contarles una historia. Es breve.

Hace casi 11 años en la noche, el lunes 17 de octubre de 2005, en las oficinas de la revista etcétera, oímos el chirriar del buzón de la puerta de la entrada. Alguien nos dejó un legajo de papeles donde el destinatario expresó algunos elogios sobre el director de esta publicación y, enseguida, dio por hecho nuestra valentía para publicar el documento así como nuestra comprensión porque nos lo entregara de forma anónima al peligrar su vida y la de su familia, según expuso en una tarjeta donde estaban los papeles.

A los editores nos entretuvo el misterio, la verdad, pero ya luego más bien nos divirtió cuando leímos que la filtración aludía a un supuesto acuerdo entre Televisa y el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, con el objetivo de que éste fuera el presidente de México en el proceso electoral federal de 2012 (para lo que se habrían invertido cuantiosos recursos de publicidad): los datos se presentaron con la intención, permítanme ustedes los términos, de apantallar para darles un halo de verosimilitud.

Desde luego que no todo quedó en risas. Un par de días después solicitamos, con base en la ley de transparencia, datos relacionados con el gasto de publicidad en Televisa, durante la administración de Peña Nieto, e hicimos lo mismo con el gobierno del Distrito Federal, que entonces encabezaba Andrés Manuel López Obrador. Más allá de los problemas que tuvimos para que nos entregarán los datos relacionados con el gobierno de la ciudad de México, las cifras que encontramos eran prácticamente similares en relación con el gasto en la televisora aunque, quizá, sería mayor el del gobierno de López Obrador, y digo quizá porque no todas las áreas nos proporcionaron la información requerida.

Para quienes quieran el detalle de las cifras pueden navegar en el portal de etcétera o leer mi libro “El periodismo de ficción de Carmen Aristegui”. Ahora lo que rescato es que nosotros no habíamos sido los únicos periodistas valientes y comprometidos con la sociedad a quienes acudió la fuente anónima. Las cosas se ponían feas: el 23 de octubre de 2005, en la edición 1512, la revista Proceso publicó el texto anónimo (sí, el mismo que nosotros teníamos en las manos), con la firma de Jenaro Villamil quien lo presentó como si fuera un reportaje suyo. Lo curioso es que Jenaro Villlamil, once años después, participa en una mesa conducida por la periodista Carmen Aristegui, para hablar de plagio junto con la señora Denise Dresser.

Alguno de ustedes podrá preguntarse, y creo que con razón, qué hicimos los editores de esta revista en aquel entonces. Lo dijimos, claro. En la edición de noviembre de 2005 que ustedes pueden consultar en las fuentes antes citadas. Desde ese tiempo tuvimos la certeza de lo endeble que eran los famosos papeles (y de lo abyecto que es Villamil al presentarlos como si fuera cosa suya, un reportaje).

Como ustedes recordarán, siete años depués, en el marco del proceso electoral federal de 2012, Andrés Manuel López Obrador volvió a encender la mecha y, el seis de mayo de 2012 durante el debate entre los candidatos presienciales, mostró esos documentos que, también ustedes lo saben, los recuperó The Guardian y los difundió el 7 de junio de ese año. Creo que todos (o casi) recordamos el festín que en esos días se dio la prensa militante y buena parte de sus lectores, maravillados también, porque un poderoso diario inglés difundiera esto. Jo Tuckman, correponsal de The Guardian, esencialmente recupera lo que Villamil había transcrito del dictado de la fuente anónima. Y en un espiral desquiciante de transcripciones, el PRD presenta esas versiones periodísticas ante el IFE. Digamos que todo esto fue el fusil del fusil para convertir un misil político. Sin embargo, el estruendo de la militancia y la falta de ética periodística recibiría un portazo: el 28 de agosto de 2012, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación resolvió por unanimidad, subrayo, por unanimidad, la decisión del IFE que había desechado los recursos del PRD y el PAN.

Televisa emprendió, (y aquí transcribo datos específicos de mi libro arriba citado) un proceso legal contra The Guardian; los directivos del diario sabían que difamaron, vale decir, que no podían demostrar lo que difundieron y que tiene como eje central aquella fuente siniestra a la que aludí al principio de esta historia. Perder en tribunales les implicaba una gran cantidad de dinero y optaron por reconocer el error y ofrecer disculpas:

El 5 de febrero de 2012 The Guardian acepta que no le fue posible confirmar la autenticidad de los documentos (sí, los mismos que Villamil presentó como propios), además leamos lo que escribieron los directivos del rotativo inglés: “The Guardian reconoce que Televisa y sus periodistas buscan mantener los más altos estándares editoriales y comprende que lo publicado haya causado profunda molestia”, exponen literalmente.

Dos días después de ese reconocimiento, o sea, el 7 de febrero de 2012 en MVS, reitero, en MVS, Carmen Aristegui y Jenaro Villamil unieron esfuerzos para golpear duro al gobierno de Enrique Peña Nieto y criticar que The Guardian le hubiera ofrecido disculpas a Televisa. Lo que pasó después está fresco aún: cuatro años más tarde Villamil y Aristegui dijeron que The Guardian nunca había ofrecido disculpas a Televisa y entre esas prácticas militantes, hasta denuncian plagios, los de otros, claro, no los suyos.

Texto tomado de etcétera. El plagio de Jenaro Villamil