El peligro de una obsesión

Uno de los cuentos más memorables de Edgar Allan Poe es “Berenice”, el cual relata la historia de Egaeus, un joven que pasa sus días meditando en torno a la vida, hasta que se enamora de su prima, una hermosa doncella dueña de una hermosa sonrisa.

De este modo, el joven pide matrimonio a Berenice, quien acepta –sin saber– que está a la vez aceptado la muerte, y es que Egaeus está tan obsesionado con sus dientes que será capaz de matar a su amada con tal de obtener las “preciosas joyas”.

Hacia el final del cuento descubrimos que Berenice fue enterrada viva, y nos queda la incertidumbre de la verdadera causa de su muerte, pues todo indica que su prometido la sepultó haciéndola pasar por muerta para así arrebatarle la dentadura.

Resulta curioso que en la vida moderna los crímenes pasionales ocasionados por una obsesión sean nota o material para la ficción.

Por ejemplo, este fin de semana, en la delegación Milpa Alta, un joven de 17 años asesinó a tres hombres a quienes mutiló y torturó porque supuestamente habían mirado obscenamente a su novia.

Los cadáveres de las víctimas fueron encontrados en un lote baldío y no tenían manos ni orejas.

El homicida fue aprehendido gracias a la colaboración de su pareja sentimental, una chica de 16 años que confirmó que el móvil del crimen fueron los celos.

En el cuento de Poe, “Berenice”, el joven Egaeus se obsesionó con la dentadura de su prima, por lo que se presume… Pudo incluso llegar a matarla o enterrarla con el único fin de quitarle los dientes.

En el caso de Milpa Alta, la situación es peor, porque fueron tres los hombres que murieron a causa de la obsesión de un novio por su novia, y ellos, por mirar de más o quizá al lado equivocado, terminaron por pagar los platos rotos.

Es así como confirmamos que las obsesiones no son buenas, ya sean obsesiones hacia las personas o hacia determinados elementos, pues ambos casos pueden acabar mal, ¿o no?