El caso de Alan Pulido y la afición por el engaño

Por donde se mire, el secuestro es uno de los crímenes más detestables.

El daño que provoca un plagio lesiona la vida, la confianza y hasta las finanzas del secuestrado y de toda su familia.

Por eso, llama la atención que para centenas –e incluso miles– de usuarios de redes sociales, el secuestro del futbolista Alan Pulido sea visto como una jugarreta electoral.

Luego del rescate de Pulido –coordinado por el gobierno de Tamaulipas–, muchos volcaron su incredulidad en las redes sociales.

Para algunos, el secuestro nunca ocurrió; para otros se trató de un intento desesperado del PRI por asegurar el triunfo en la elección del cinco de junio; y también hay quienes –en el colmo de la sinrazón–, sugirieron que Pulido tendría superpoderes.

Ante la ola de descrédito y duda, no está de más preguntar, ¿por qué tantos confían tan poco en la explicación de la autoridad?

En entrevista para La Otra Opinión, el Doctor Nicolás Loza Otero –académico de FLACSO–, explicó que la mayoría de los humanos prefieren creer en explicaciones incorrectas –que no resisten el menor cuestionamiento–, en lugar de abrir espacio a la incertidumbre.

Es decir, que ante la falta de tolerancia al desconocimiento, muchos se aferran a explicaciones absurdas para evitar la incertidumbre.

Históricamente, continuó Loza Otero, el humano ha demostrado que es capaz de creer cualquier historia –por disparatada que parezca–, con tal de evadir la falta de certeza.

Prueba de lo anterior, según Loza, es que los incrédulos que apuestan por teorías de la conspiración omiten que el secuestro de Pulido se traduciría en un costo de imagen –para el gobierno de Tamaulipas–, mucho mayor que el supuesto beneficio que vendría con el rescate del deportista.

Además, los estudiosos de la comunicación concluyen que la primera noticia es siempre más impactante que las que vienen después. O si lo prefiere, que más personas se enterarían del secuestro que las que sabrán del rescate.

Por ello, el supuesto montaje del secuestro –en palabras del Doctor Nicolás Loza–, dejaría más secuelas que beneficios para el gobernador Egidio Torre y para su partido, el PRI.

Por si todo lo anterior no es suficiente, Loza Otero advirtió que asumir que la autoridad fue capaz de diseñar el cuento y de sembrarlo en la prensa, sería dar a los gobiernos una capacidad de operación extraordinaria. Y es que sólo un estratega infalible, con un equipo de grandes expertos, con contactos en la prensa y en todas las dependencias de gobierno, sería capaz de montar una farsa de este tamaño –con repercusiones internacionales–, y no caer en errores y contradicciones.

De ese tamaño es la incredulidad –y el absurdo– de quienes prefieren tragarse una patraña a vivir con una duda.

Y aun así, muchos se resisten a creer.