El asombroso milagro de AMLO

Una de las declaraciones “de moda”, que produjo el proceso electoral del domingo pasado, fue la del “milagro” electoral de la Morena de AMLO.

Que si ganó “de manera aplastante” en el Distrito Federal, que si es la primera fuerza en la capital del país, que si llegó a la segunda posición en no pocos estados en disputa, que si ganó la capital de Zacatecas, que si llegó a sumar más de 2 millones de votos…

Vamos a suponer –por un momento–, que todas las anteriores premisas son correctas y que, en efecto, el crecimiento de Morena y de las expectativas de AMLO son milagrosas.

Aún así –de ser cierta la premisa–, el “milagro” que habría conseguido AMLO con Morena –en las elecciones del pasado domingo–, resulta “pecata minuta” frente al asombroso milagro de destruir la unidad de las izquierdas y de fracturar al PRD; además de favorecer el regreso del PRI en 2012 y la vuelta del PAN en 2016 y posiblemente en 2018.

Y es que los escribanos de AMLO y los promotores de Morena podrán decir misa y profesar actos de fe al “mesías tropical” y a su “obra”, pero lo cierto es que el regreso del bipartidismo en México es la verdadera obra y la mayor gracia de Andrés Manuel López Obrador.

¿Qué consiguieron AMLO y Morena el domingo pasado?

Mostrar que su “techo” en la Ciudad de México no pasa de 13 por ciento, que es capaz de las más vergonzosas alianzas electorales –como las de Veracruz y Oaxaca–, para garantizar los gobiernos del PRI –porque en Veracruz el gobierno de Miguel Ángel Yunes será un gobierno del más rancio priísmo–; y que desde hoy AMLO Y Morena son garantes del bipartidismo PRI-PAN en la presidencial de 2018. Todo, claro, una vez que AMLO anunció que en esa elección va solo y su alma.

En rigor, el anterior es todo el aporte de Morena, luego de la contienda electoral del pasado domingo. Pero si vamos al pasado, el aporte y el milagro son aún mayores.

Sin duda López Obrador hizo el milagro de unificar en torno a su persona, imagen y proyecto político a todas las izquierdas en 2006 y 2012, para convertirse en el más poderoso candidato opositor de la historia, luego de la exitosa campaña de Vicente Fox en 2010. El problema empezó cuando –a lo largo de esos procesos electorales–, AMLO fue no sólo el todopoderoso líder de las izquierdas mexicanas sino un dios intocable, perfecto, infalible e incuestionable.

Y una vez convertido en deidad, también fue el responsable de fragmentar a esa poderosa fuerza de las llamadas izquierdas –que tardaron 30 años en unificarse–, y que a lo largo de una década de control bajo la “dictadura democrática” de López Obrador se alejó de la cultura democrática, de la práctica de los valores y los principios democráticos y –sobre todo–, de la construcción de cuadros propios.

El PRD en los tiempos de AMLO fue –al mismo tiempo–, partido del gobierno y copia vulgar del más rancio PRI, en donde no se movía una hoja del árbol amarillo sin la bendición del “todo poderoso”, que imponía presidentes del partido, candidatos y se adueñaba de las aspiraciones presidenciables.

Toda esa fuerza –que habría sido capaz de llegar al poder, de no ser por el milagro de la soberbia lopista–, hoy se ha fragmentado. Todos han puesto “casa aparte” –como son los casos del Morena, PT y MC–, y no son peligro electoral alguno para el PRI y el PAN, éste último que carga al PRD en calidad de lastre político.

¿Y qué va a pasar con toda la fragmentación de las izquierdas, en la elección presidencial de 2018?

Todos lo saben; veremos el regreso del bipartidismo PRI-PAN.

Y ese es el verdadero y asombroso milagro de AMLO.

Al tiempo.

Tomado de Milenio