De la adoración al linchamiento hay un sólo paso

William J. Camacho escribió el cuento El Santo de los Verdaderos Milagros, En él relata cómo en un pequeño pueblo, en una época muy lejana, la gente creyó que había nacido un nuevo “niño Dios”.

Todo empieza porque la madre –una mulata supuestamente virgen– resulta embarazada. De acuerdo con el diagnóstico del doctor, su himen está intacto.

De este modo, corre el rumor de que en el pueblo hay una nueva “virgen María” que daría a luz al nuevo mesías.

La mulata muere después del parto, pero eso no impide su “santificación” por parte de los pobladores. Es así que en la iglesia, su cuerpo descansa como el de un ser divino.

En medio de la adoración, el Opapeño –un personaje peculiar en el cuento– rasga el himen de la mujer en un acto de necrofilia.

En respuesta, la población intenta linchar al profanador, pero no lo consigue. Más tarde, el mismo personaje roba al niño que resulta ser su hijo.

Y al final del texto descubrimos que la mulata nunca fue virgen y que el pueblo siempre estuvo equivocado.

Resulta curioso que este cuento –donde vemos como el error de juicio de un pueblo santifica a la persona incorrecta– sea tan parecido a la realidad.

¿Usted sabe cuántas veces la sociedad ha juzgado un evento, un acontecimiento o una acción sin pruebas? Nosotros tampoco.

¿Cuántas veces la sociedad se equivoca y lincha –mediática o físicamente– a una persona sin elementos legales condenatorios?

Y de esas veces, ¿cuántas se ha aceptado el error?

El caso más reciente ocurrió el pasado fin de semana –en Tlaxcoapan, Hidalgo–, donde los ciudadanos lincharon y asesinaron a un hombre que supuestamente intentó secuestrar a una niña.

Sin embargo, no había pruebas que inculparan al ahora difunto.

La gente escuchó un rumor e hizo “justicia” por mano propia, pero con las pruebas que se conocen, nadie podría asegurar que el hombre fue responsable del hecho o sólo estaba en el lugar equivocado, en el momento equivocado; ¿y si el verdadero culpable sigue en libertad? Eso nunca lo sabremos

En el cuento de Camacho, el final revela la equivocación del pueblo. Y en Tlaxcoapan la gente también podría haber cometido un error, ¿o no?