Con Peña Nieto, la mayor libertad de expresión

Una de las mayores taras de la antidemocracia mexicana –en tiempos de “la presidencia imperial”–, eran los presidentes intocables. Hasta “el salinato” resultaba suicida –políticamente hablando–, cuestionar al presidente en turno.

El primero en romper la tara de intocable fue Ernesto Zedillo, cuyo gobierno emergente resultó vital no sólo para la transición democrática y la alternancia en el poder, sino para fortalecer una libertad esencial en democrática; la libertad de expresión.

Luego vinieron los gobiernos de Fox y Calderón –que favorecieron aún más la libertad ciudadana para criticar a los presidentes–, hasta llegar al de Peña Nieto, en cuyo gobierno florecen libertades fundamentales y en donde la de expresión es una libertad plena.

¿Habían imaginado a políticos, articulistas, opinólogos e intelectuales calificar –públicamente y en medios–, como “idiota”, “estúpido”, “desleal”, “traidor” “torpe” “payaso” y “perverso”, al presidente en turno?

Es tal esa libertad que hoy no sólo insultan a Peña Nieto sus enemigos; no solo lo ofenden quienes ven a sus familias políticas relegadas por el rejuego del poder, sino también los malquerientes y –sobre todo–, opinadores militantes, vengativos e interesados en la sucesión, quienes lanzan críticas delirantes y feroces insultos, cual competencia por la mayor ofensa y el mayor insulto al presidente.

Y todo eso –impensable hace años–, es posible porque el huésped de la casa presidencial es, sin duda, un demócrata; es posible toda clase de crítica –incluso la que raya en la ofensa y el insulto–, porque contra lo que antaño ocurría, hoy en la casa presidencial existe tolerancia y no se presiona y menos se coarta a los medios, a las empresas y tampoco a los críticos.

Y es que –contra las voces rabiosas, vengativas, interesadas y militantes–, en el México de hoy vivimos plena libertad de critica a Los Poderes, al presidente; critica a las acciones y decisiones del Ejecutivo, a sus políticas, a sus colaboradores y sus resultados.

Pero lo simpático del nuevo fenómeno virtuoso, es que no faltan los idiotas que confunden libertad de expresión plena y tolerancia de un demócrata en la casa presidencial, con la debilidad del gobierno.

Y los hay aún más idiotas que sin entender la nueva cultura democrática de la casa presidencial y sin medir el paradigma que significan, para la libertad

de expresión, los medios digitales de comunicación –redes e internet–, suponen que el actual es el peor gobierno de la historia mexicana.

¿De verdad el de Peña Nieto es un gobierno peor que el de Díaz Ordaz; peor que el de Echeverría, López Portillo, Miguel de la Madrid o Salinas?.

El dato duro dice que no.

Pero lo nuevo, lo diferente, es que en la casa presidencial hoy no habita un sátrapa como Díaz Ordaz, tampoco un criminal como Echeverría, menos un frívolo como López Portillo y está lejos un indolente como De la Madrid.

Lo diferente son la tolerancia mostrada por la casa presidencial a la crítica, por un lado, y el paradigma de la comunicación digital, que lleva la crítica al nivel extremo del matonismo digital.

Y el mejor ejemplo de la intolerancia al cambio producto de la cultura democrática –y la tolerancia que vive la casa presidencial–, lo mostró ese intolerante, autoritario y nada demócrata, llamado Andrés Manuel López Obrador.

Dijo AMLO, sobre la puntual entrevista de Carlos Marín a Peña Nieto: “los de la mafia del poder se burlan de Enrique Peña, ya lo convirtieron en el payaso de las cachetadas. Hasta los que le hacían la barba, periodistas que hace seis años lo alababan, le quemaban incienso, hoy ningunean a Peña… el otro día, en una entrevista de televisión, el conductor regañaba a Peña, cuando antes obedecía y callaba, ahora muy gallito, engallándose con Peña…”.

¡De locos…! Por años, exigimos fin al presidente intocable; exigimos tolerancia a la crítica y respeto a la libertad de expresión.

Hoy, cuando un periodista crítico cuestiona con plena libertad al presidente –como fue el caso de Marín–, y cuando el presidente tolera, responde, no se amilana y muestra que es un demócrata, los enemigos de la democracia dicen que es un presidente débil.

¿Será que la tara antidemocrática anida en intelectuales y opinadores? ¿Será que apuestan al autoritarismo de Díaz Ordaz y a la antidemocracia de Echeverría? ¿Por eso adoran a AMLO?

Al tiempo.