Ciudadanos votan, logran cambios… pero no confían en sus procesos

En otro momento, aquí dijimos que la elección de Venezuela era un triunfo de la democracia.

Reconocimos que, durante semanas, dudamos del gobierno de Nicolás Maduro y de los venezolanos. Desde este lado del continente parecía imposible que los ciudadanos, desde las urnas, frenaran una dictadura.

También recordamos que, hace medio siglo, Venezuela era el referente democrático de América Latina. Y sugerimos que, aparentemente, algo quedaría de eso. En medio de un gobierno dictatorial, los venezolanos salieron a las calles, emitieron sus votos y entregaron la Asamblea Nacional a la oposición.

Por eso, como declaró a La Otra Opinión el Doctor Francisco Guerrero –secretario de fortalecimiento de la Democracia de la OEA–, vivimos días gloriosos para la democracia.

Y es que, con el voto, los ciudadanos pudieron favorecer y lograr la alternancia.

Con sus votos, los ciudadanos pudieron elegir entre opciones políticas.

Y con sus votos, los ciudadanos pudieron frenar –y en su momento consolidar– a un gobierno.

Lo dicho, son días democráticos.

Sin embargo, como también comentó el Doctor Guerrero, el triunfo de la oposición en Venezuela genera tensión.

La voluntad popular –y abrumadoramente mayoritaria– de quienes viven en aquel país, no sólo revivió el sistema de equilibrios y contrapesos en Venezuela. También sentó las bases para una gran polarización.

Por lo anterior, Francisco Guerrero hizo un llamado a la cohabitación. Es decir, a reconocer que ambas facciones viven en la misma casa, que tienen opiniones distintas pero que deberán tomar decisiones basados en las normas que comparten.

O si lo prefiere, que tanto la Asamblea Nacional como el presidente están obligados a ejercer el arte de la política.

Lo peculiar en todo esto es que, a pesar de la alternancia, de la vitalidad del voto, de la utilidad del voto y de la eficacia de los procesos electorales, el Doctor Guerrero también señaló que el nivel de satisfacción con los ejercicios democráticos del continente son muy bajos.

En otras palabras, que la alternancia existe; los ciudadanos tienen la posibilidad de premiar y castigar. No obstante, la mayoría desconfía de sus procesos.