Cinco motines en dos meses, ¿penales o bombas de tiempo?

En los últimos tres meses se han registrado al menos cinco motines al interior de las prisiones mexicanas:

Uno. La Pila, San Luis Potosí, 21 de diciembre. En el motín participaron 15 reos que protestaban por la llegada de un interno procedente del penal de Hermosillo, Sonora. A pesar de que no hubo heridos, al lugar acudieron los bomberos, elementos de Protección Civil y la Cruz Roja debido a que se registró un incendio. De acuerdo con los testimonios, los inconformes fueron sometidos a golpes.

Dos. Pancho Viejo, Veracruz, 5 de febrero. El incidente comenzó como protesta por las malas condiciones del reclusorio y la administración actual –a cargo de Rosendo García Muñiz, al que acusan de hacer negocios en la cárcel–.

De acuerdo con medios de la entidad, el director del penal estuvo retenido con algunos custodios durante el amotinamiento. En su momento, al lugar acudieron peritos de la Fiscalía del Estado y elementos de la Fuerza Civil que rodearon el lugar y aseguraron que “sólo se trataba de una requisa”. Sin embargo, horas después se filtró la información de que el reo condenado por secuestro, Reyes Solís Báez, se había fugado del penal.

Tres. Topo Chico, Nuevo León, 11 de febrero. Hasta el momento es el motín que más víctimas ha cobrado en un penal mexicano. El saldo oficial es de 49 muertos y 12 heridos.

Se sabe que el corazón de la batalla fue la disputa por el control del reclusorio.

Luego del incidente quedaron al descubierto varias irregularidades al interior del lugar, lo que ha propiciado cateos en otros penales del país.  

Cuatro. Victoria, Tamaulipas, 16 de febrero. Este motín dejó ocho internos heridos. Se sabe que la riña también fue por el control de la cárcel.

Al lugar llegaron elementos de Fuerza Tamaulipas, la Policía Federal, Federal Ministerial y del Batallón de Infantería. En el incidente hubo detonaciones de armas de fuego. No obstante, se dice que las armas las dispararon los custodios en un intento por tomar control del lugar. Las balas, según se sabe, no alcanzaron a ningún reo.

Cinco. El Amate, Chiapas, 21 de febrero. Según información oficial, los hechos comenzaron con una batalla campal que dejó a diez reclusos lesionados, cuatro de ellos, heridos de gravedad. El altercado se prolongó por aproximadamente una hora y fue controlado por los custodios.

Seis. Cieneguillas, Zacatecas, 07 de marzo. El incidente se registró al interior del Cereso varonil, en el área de observación y visita conyugal. Hubo un muerto y cuatro personas heridas. Las autoridades informaron que cerca de las 9.45 am inició el altercado y se controló media hora después.

Tras este recuento, aquí preguntamos ¿qué ocurre en los penales? ¿estas riñas son nuevas o ya son parte del cotidiano? ¿deberíamos sorprendernos? ¿deberíamos estar acostumbrados? ¿Por qué en tres meses los reclusorios han sido nota frecuente? ¿Es común que un reo se rebele ante la autoridad? ¿Es frecuente que dos bandos disputen el control de un penal? ¿son muchos los condenados que poseen armas punzocortantes? ¿cuántos reclusos viven como reyes? ¿qué está pasando?

Como ya se dijo, el motín en Topo Chico es el más violento registrado en México y puso en evidencia que la impunidad y la corrupción son el pan de todos los días en las cárceles del país. Topo Chico marca un antes y un después –al menos en Nuevo León–, donde el gobernador Jaime Rodríguez no hizo nada para evitar la tragedia en los tres meses que lleva en el cargo. Pero como dicen, una vez ahogado el niño, a tapar el pozo. Es así que después del 11 de febrero –y de los 49 muertos– se ordenaron cateos en las cárceles de la entidad.

El pasado 18 de febrero, en Apodaca, se encontraron las mismas las mismas irregularidades de Topo Chico: celdas de lujo, hacinamiento, droga y armas. Una muestra más de corrupción.

Contrasta, además, que en la revisión del penal de Cadereyta –realizado el pasado martes–, sólo se hallaron dos memorias USB, pequeñas dosis de mariguana y cinco armas punzocortantes. Tal parece que que dos semanas fueron suficientes para que los directivos del penal pusieran orden… o quizá para que los reclusos tomaran sus previsiones y encontraran mejores escondites para el contrabando.

La duda de algunos es, sin embargo, ¿cuánto durará el orden en los penales del país? ¿qué tanto alcanzará el efecto de Topo Chico en las cárceles? Sin duda, los cateos deberían terminar como en el penal de Apodaca, donde sólo encontraron una que otra irregularidad.