América Latina, populismos y la epidemia de guerra sucia

Hace un par de horas, el presidente de Bolivia, Evo Morales, aceptó el resultado del referendo constitucional con el que buscó –sin éxito– reelegirse una cuarta vez. En palabras de Morales, “seguimos teniendo un voto duro de casi el 50 por ciento entre tanta guerra sucia y conspiración interna y externa. La derecha no ha tenido un debate ideológico ni programático”.

No hay duda. Para todo mal perdedor, la guerra sucia y la conspiración son siempre el mejor pretexto para justificar la derrota.

Anteriormente, otros dirigentes –nacionales e internacionales–, culparon a la guerra sucia por sus pobres resultados en las urnas electorales. ¿Quiere pruebas?

Cristina Fernández de Kirchner, en Argentina, cuando su partido perdió las elecciones presidenciales.

Nicolás Maduro, cuando en diciembre pasado el oficialismo perdió la Asamblea Legislativa.

Andrés Manuel López Obrador, en México, quien desde 2006 busca la preferencia y asegura que es víctima de un complot en su contra.

Jaime Rodríguez, El Bronco, gobernador de Nuevo León; que frente a las críticas y cuestionamientos afirma que existe una guerra política en contra de su administración y de su persona.

¿Por qué será que estos personajes representantes de un rancio socialismo, que dicen defender la democracia, no terminan de entender que la ciudadanía expresa –con el voto–  si cree o no cree en ellos?

Aparentemente, Evo Morales –igual que otros antes que él– no logra afrontar que sus días en el gobierno boliviano están contados. Luego de una década en el gobierno de Bolivia, Morales no termina de comprender que sus faltas y excesos no gustan a los ciudadanos y estos buscan un cambio.

Al respecto, el ex presidente boliviano –Carlos Mesa–, publicó en su cuenta de Twitter: “El triunfo del ‘no’ retrata la conciencia de un país que sabe que el respeto a la Constitución limita el poder absoluto de los gobernantes”.

¿Cuántos otros dejarán ver que son malos perdedores y culparán a la guerra sucia, al complot y a la conspiración de su falta de efectividad en los procesos electorales