Amenazas, violencia y Donald Trump; ¡esa historia ya la conocemos..!

Los ojos del mundo entero están puestos en Estados Unidos.

La elección del próximo habitante de la Casa Blanca tienen a miles atentos al siguiente movimiento de los precandidatos demócratas y republicanos.

Y aunque muchos se dicen sorprendidos, indignados, preocupados y hasta espantados por las dicharacherías de uno de los punteros —el señor Donald Trump—, lo cierto es que esta historia ya la conocemos.

Muchos dicen que la violencia en los mítines, las peleas entre simpatizantes y la polarización que marca la campaña de Trump es un inédito.

Pero basta recordar que en 2006, México se dividió entre buenos y malos. Entre puros y sucios. Entre la mafia del poder y el pueblo bueno.

Hace una década, el fanatismo que creció alrededor de López Obrador fue capaz de destruir familias, de activar persecuciones y de echar a andar verdaderas cacerías de brujas.

Es decir, que si bien es cuestionable, es reprobable y es aborrecible que los simpatizantes de un candidato presidencial se vayan a los golpes en medio de la campaña —como ocurre en los mítines de Trump—, también es cierto que en México ocurrió lo mismo en 2006 con la campaña de López Obrador.

En otros asuntos, también hay muchos alarmados por las advertencias de Donald Trump quien, con alguna frecuencia, asegura que habrá violencia, que habrá motines y que habrá revueltas si su partido —el republicano—, bloquea su candidatura.

Nuevamente, esa historia ya la conocemos. En 2006 y en 2012, López Obrador amenazó con revoluciones si no respetaban su triunfo en las urnas. Y a la vuelta de los años, quedó confirmado que Andrés Manuel mentía, que la única violencia que sucedió a su derrota fue la violencia que detonó el propio tabasqueño y que las victorias del PAN y del PRI fueron el reflejo de las mayorías.

Hoy también se escucha a muchos apesadumbrados y escandalizados por la estridencia de Donald Trump. Pareciera que nunca antes habían visto a un brabucón pelear por la presidencia de un país.

No obstante, una vez más se equivocan. Así como Trump vocifera y agrede; así como el empresario promete imposibles y así como Donald exacerba los fanatismos; López Obrador siguió la misma ruta y obtuvo resultados similares. Igual que hoy Trump grita, se contradice, miente y agrede; hace tres y nueve años, Andrés Manuel gritó, se contradijo, mintió y agredió.

Es más, los paralelismos entre las elecciones de Estados Unidos y las de México en 2006 y 2012 son tantos que incluso se repiten procesos.

En los previos a los comicios de 2012, el candidato natural de las izquierdas, el que parecía tener posibilidades reales de triunfo y el que habría construido una competencia de propuestas y no de estridencias —el señor Marcelo Ebrard—, salió de la contienda ante la faramalla que circundaba —y todavía rodea—, a López Obrador.

Y hace horas, uno de los candidatos republicanos que podría haber servido de dique y de contraste –el señor Marco Rubio–, abandonó la contienda. Es decir, que la elección norteamericana quedó condenada a los extremos. Por un lado, el escandaloso –y absurdo– Donald Trump y por el otro, el político que elijan los demócratas que, según parece, será Hillary Clinton.

No hay duda, la elección de Estados Unidos está envuelta en gran polémica. Sin embargo, no se deje engañar pues en México vimos esa misma historia hace tres y hace seis años.