Ajalpan: el poder de un rumor

¿Ha notado usted lo que sucede cuando imagina que lleva un limón a la boca y lo exprime?

¿No?

Lo invito a hacerlo ahora: simplemente debe cerrar los ojos por un momento, imaginar y actuar con mímica que enfrente tiene un tazón con limones grandes y verdes, extender la mano para tomar uno, llevarlo a la tabla de picar, cortarlo justo a la mitad con su mano dominante, sostener y llevar la mitad que quedó en su mano a la boca, mantenerlo por un instante justo enfrente de la misma y después exprimir lentamente el limón observando si pasa algo curioso.

¿Acaso sintió alguna sensación?, ¿quizá un poco de acidez o simplemente se percató de cómo usted empezó a salivar más?

Bueno, esta es la reacción natural que tenemos cuando llevamos un limón verdadero a la boca, y, si esta se activó con tan solo imaginarlo, es porque nuestro inconsciente no distingue lo que realmente está sucediendo de lo que solamente imaginamos. Otro ejemplo evidente de esto son las pesadillas: las imágenes que produce nuestra mente son ficción y, a pesar de esto, el payaso con cuchillo de cocina que nos persigue tiene la capacidad de impactarnos emocional y fisiológicamente durante y después del sueño.

Ya en 1938 la novela “La Guerra de los Mundos”, de Orson Welles, demostró en una trasmisión radiofónica de lo que es capaz la imaginación y el rumor en la mente humana. Y es que, a pesar de haber sido emitida como un noticiario, la gente sin evidencia visual alguna salió a las calles, esparció la información entre la comunidad, entró en pánico ante la presunta invasión extraterrestre y dicen que algunos individuos incluso salieron a disparar al cielo y a ciertas estructuras con “look” alienígena.

Considerando el ejemplo anterior pero guardando proporción por supuesto, el reciente linchamiento a dos jóvenes en Ajalpan empieza a ser, contrario a lo que declaró Víctor Carranca, titular de la Procuraduría General de Justicia de Puebla, a Grupo Imagen, tristemente comprensible (aunque no por ello justificable y mucho menos deja de ser trágico).

Y es que desde la psicología evolutiva, la supervivencia y la protección a la comunidad son valores totalmente arraigados en la naturaleza humana. Adicionalmente, nuestro sistema está orientado a buscar y reconocer amenazas y para esto nuestra imaginación se pinta sola: solo recuerde lo que ha llegado a pensar cuando escucha un ruido en su hogar en plena noche—para luego descubrir que era el viento—o todo lo que viene a su mente las horas previas a recibir algunos análisis médicos.

En este sentido, ahora pensemos lo que cierta información puede provocar en una comunidad ante la detención de dos presuntos secuestradores: como “teléfono descompuesto”, de individuo a individuo se esparce el rumor de que varios niños fueron privados de su libertad y que los responsables se encuentran en las instalaciones de la policía municipal; entonces, la amigadla, base de nuestro sistema emocional y una de las partes más primitivas de nuestro cerebro, empieza a hacer su chamba: las personas empiezan a generar imágenes perturbadoras en su mente, se produce adrenalina y cortisol en sus sistemas, el flujo sanguíneo se redirige a las manos y entonces la calidad de oxígeno que llega al cerebro baja considerablemente. Ante estas condiciones solemos dejarnos llevar por los instintos y no por la razón, y a estas alturas basta que algunos inciten a la acción para que una turba iracunda simplemente se deje llevar.

Ahora, la pregunta parece obvia: más allá de consideraciones evolutivas, ¿por qué esto sucede en nuestro país con más frecuencia que en otros? Y es que lamentablemente y como se ha dado a conocer en La Otra Opinión, el de Ajalpan es solo uno de cuatro intentos o linchamientos que se han dado en el estado de Puebla en un lapso de no más de cinco días.

Por un lado, la respuesta al cuestionamiento anterior debe considerar el contexto de violencia que vive nuestro país; la mente reacciona a todo y lo que escuchamos vemos y sentimos a diario va generando una especie de memoria en nuestro cerebro; mientras más habitual sea un estímulo, más poder de influencia tendrá este sobre nuestras acciones de palabra, mente y cuerpo.

De igual forma, la impunidad y la susceptibilidad hacia las autoridades es sin duda otro factor a considerar. En este punto vale la pena insistir sobre el instinto de protección a la comunidad que pertenecemos (pues esta se asume y claro que tiene que ver con nuestra propia protección y la de nuestra familia). Los niveles de confianza/desconfianza son uno de los principales factores que rigen el comportamiento humano y, si un grupo social no siente confianza en los elementos que debieran garantizar su seguridad, está en su naturaleza moverse en pos de la misma.

Finalmente, creo que también debemos tomar en cuenta la escasa capacidad de comunicación y gestión de crisis por parte de las autoridades. Ya que, al menos en el caso de Ajalpan, ni siquiera está claro por qué se detuvo a los dos jóvenes. No se logró desactivar el rumor a tiempo y el presidente municipal ni siquiera se presentó ayer para declarar acerca de este trágico suceso.

Es así que lo que se formó en este y otros municipios de nuestro país es un “cóctel” extremadamente peligroso, pues ante ciertos estímulos y condiciones como los mencionados, el ser humano se transforma prácticamente en un “zombi” que simplemente reacciona a los instintos más básicos. De ahí la importancia de que las autoridades actúen e intervengan inmediatamente sobre los factores detonantes de estas tragedias; de entrada, investigar y poner a disposición de la ley a todos los involucrados en estos linchamientos.