Adiós a La Crónica

“En este periódico no se le pega al presidente, te guste o no te guste”.

Hacía más de 20 años que no escuchaba algo similar.

Esa frase, pronunciada por un enfurecido directivo de La Crónica de Hoy, marcó el inicio de la cancelación de la columnaExpediente Político, un espacio de análisis caracterizado por su enfoque crítico no solo hacia el presidente de la República, sino hacia todos los poderes, institucionales y fácticos.

Semanas después surgió otra frase, pronunciada por otro de los directivos de ese diario, cargada de censura implícita: “Te recuerdo que en este periódico no simpatizamos con Morena”.

Yo tampoco simpatizo, pero no por eso voy a dejar de reconocer su avance electoral, tuve que responder, palabras más palabras menos.

Escribir la columna cotidiana con la seriedad, con el rigor y con el equilibrio con que lo había hecho durante aproximadamente seis años, era cada vez más difícil.

A las advertencias siguió el acoso laboral y la “propuesta” de publicar la columna solo tres días a la semana en lugar de cinco, como era habitual.

La decisión de cancelar ese espacio crítico cotidiano, el único con el que contaba La Crónica, ya estaba tomada.

No acepté la mutilación del espacio y en lugar de eso solicité a los directivos que negociáramos mi salida de la empresa, lo cual, gracias a la gran disposición del personal administrativo, se logró.

Relación perversa

El cierre de este espacio por su actitud crítica hacia el presidente y hacia el PRI amerita una reflexión.

No es el primer espacio crítico que se cancela en lo que va del sexenio de Enrique Peña Nieto, lo cual no es consuelo.

El cierre de espacios críticos en los medios habla del regreso de las viejas prácticas propias del régimen autoritario de partido único que el PRI encabezó durante varias décadas.

Habla también de la necesidad de revisar la relación perversa que existe entre los medios y el Estado, un gran pendiente de la transición a la democracia, al que los presidentes panistas tampoco le quisieron entrar.

Por fortuna, el cierre de espacios críticos no es generalizado. Muchos medios han entendido que estamos en otros tiempos y que ante la llegada de la alternancia y la pluralidad, los medios deben modificar la actitud que tenían cuando el PRI lo era todo.

Los portadores de las viejas prácticas, enquistados en la Presidencia de la República, seguirán acosando a los espacios críticos, como hacían durante el régimen cuasi totalitario del PRI que terminó en el año 2000.

El tiempo y los votantes nos dirán en breve si esos portadores lograron la restauración del viejo régimen o si el regreso del PRI a la Presidencia fue solo un sueño de seis años para algunos y una pesadilla de igual periodo para otros.

El fantasma de El Nacional

Curioso. El regreso del PRI a la Presidencia ha llevado a algunos medios a querer imitar a El Nacional para no perder las simpatías –y la publicidad— del gobierno federal.

Pero lo imitan mal, porque hasta en ese diario hubo directores –periodistas de carrera–  que entendieron la necesidad de tener espacios críticos, a pesar de que el diario era propiedad del gobierno federal.

El tiempo nos dirá si el practicar un oficialismo a ultranza, como en el viejo régimen priista, fue una buena decisión para esos medios.

Agradecimiento a La Crónica

Me voy tranquilo de La Crónica. Con mi dignidad a salvo.

No hay en mi alma espacio ni para el rencor ni para el resentimiento. Para La Crónica solo tengo cariño y agradecimiento. Los desencuentros con algunos directivos en los últimos meses no borran 17 años de continuidad y de un muy satisfactorio desarrollo profesional.

Deseo sinceramente –lo digo de todo corazón–  que La Crónica logre el crecimiento y el reposicionamiento que necesita y que busca, pues se trata de un diario importante, de un referente, y de una fuente de empleo de decenas de personas, entre ellas muchos amigos míos.

En cuanto a mí, mi carrera periodística no empezó ni terminará en La Crónica de Hoy. Seguiré ejerciendo la crítica en los espacios libres, que los hay, como lo son las redes sociales, caminos a menudo sinuosos, llenos de baches y de tráfico pesado, pero sin retenes ni cuotas de peaje.

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