¿A quién le importa la contaminación lumínica?

Los problemas de contaminación no son exclusivos de la Ciudad de México. Aunque muchos se quejan por las acciones implementadas por el gobierno capitalino para tratar de mitigar la contaminación, son pocos los que proponen –o actúan– en favor del medio ambiente.

Además, pocos advierten que el problema con la contaminación no se limita al uso de automóviles. Además de los puntos IMECA, del ozono y de los contaminantes en el aire, también existe algo conocido como “contaminación lumínica”; es decir, el brillo del cielo nocturno producido por la mala calidad del alumbrado público de las ciudades. En otras palabras, se trata de la luz artificial que se proyecta hacia el cielo y no se mantiene a nivel del piso, donde realmente se necesita.

Si bien los gobiernos han implementado acciones –como sustituir lámparas eléctricas por lámparas solares–, ésto ha sido insuficiente.

De acuerdo con expertos, “la contaminación lumínica es cualquier consecuencia no deseada de nuestro uso de la luz artificial durante la noche”.

El asunto es relevante porque los astrónomos aseguran que cada vez es más difícil observar el universo debido a la contaminación lumínica. Por eso implementaron “la semana internacional de cielos oscuros”. Una temporada en que buscan generar conciencia de lo importante que es tener cielos despejados.

Y es que, a pesar de que en la Ciudad de México, monumentos como el de la Revolución, el Ángel de la Independencia o La Diana lucen atractivos durante la noche –por su iluminación–; también es cierto que estas luces contaminan.

Afortunadamente, esto podría solucionarse si las autoridades toman acciones. De acuerdo con investigadores, la contaminación lumínica podría desaparecer con el accionar de un interruptor. Así de simple.

Además, bastaría con apagar las luces innecesarias y con poner escudos a los postes de luz para que la luminosidad se refleje hacia abajo y no hacia el cielo.

De esta forma, los investigadores buscan atenuar la iluminación urbana, no sólo porque genera una molestia, sino también porque podría afectar negativamente a la fauna y a la salud humana.

Basta que el Gobierno de la Ciudad de México actúe en este tema.

Con información del New York Times